Dra. Olivia Miranda Francisco
Investigadora Titular
Instituto de Filosofía de Cuba

 

La visión histórica del análisis psicosocial del cubano, en tanto elemento esencial de la identidad cultural como proceso, por su propia complejidad, no puede ser estudiado sin tener en cuenta la distinción planteada al inicio de este seminario, entre el pensar simple y el pensar complejo. Ello exige tener en cuenta, entre otros aspectos, los siguientes:

a) La diferenciación entre la conformación y transformación de los rasgos psicosociales como proceso real continuo, siempre inacabado, y la reflexión que sobre este se ha hecho desde perspectivas filosóficas, éticas, científico-particulares o artístico-literarias, y desde enfoques ideológicos clasistas y etnoculturales diversos; así como las formas en que dicha reflexión se ha expresado en cada una de estas esferas de la producción espiritual: las teórico conceptuales y las propias de la aprehensión artístico literaria de la realidad.

b) La necesidad de un abordaje interdisciplinario tanto de ese proceso real desde las perspectivas del presente, como de su análisis en diferentes momentos históricos, y la comparación entre ambos, teniendo en cuenta que la visión actual de esos procesos estará mediada por los presupuestos teórico-metodológicos de los que se parta, e incluso, dada la aguda lucha ideológica en que vivimos, por las posiciones desde las cuales se aborda esta problemática dentro y fuera del país.

c) La situación histórico concreta tanto nacional como internacional de cada uno de los momentos del desarrollo de esta problemática y los acontecimientos que han marcado cambios cualitativos en su devenir.

d) Dos elementos, entre las peculiaridades de la formación del hombre cubano, tienen particular importancia para la conformación de una visión histórica del análisis psicosocial, desde la perspectiva, sobre todo, de los ideales nacional-liberadores y de emancipación humana dentro de la cual intenta situarse este comentario

1. Luego de siglos de mestizaje racial, transculturación y sincretismo religioso, al decir de Fernando Ortiz, que continúan desarrollándose con posterioridad, no es hasta fines del siglo XVIII que puede hablarse del inicio del proceso de diferenciación cultural con relación a los troncos principales que dieron origen al pueblo cubano, todos foráneos, a partir de lo cual se inicia la formación de la nacionalidad y la toma de conciencia de su existencia;  al mismo tiempo que, por su situación geográfica y por las circunstancias históricas, la Isla recibe una mayor influencia cultural e ideológica procedente de diversos confines del mundo occidental, especialmente de los países más desarrollados de Europa y de los Estados Unidos, que deviene su metrópoli comercial;  hasta que, a fines de la pasada centuria, pasa de colonia española a neocolonia yanqui, sin haber alcanzado la independencia, a pesar de treinta años de lucha por su liberación.

2. La conquista y colonización dio origen a una compleja composición racial y etnocultural, sobre cuyas bases se erigió la estructura clasista. La plena integración de esos elementos en una misma nacionalidad no exenta de contradicciones y discriminaciones de diverso tipo, y su concreción en nación, tuvieron lugar a partir de la primera guerra contra España, que unificó en un sólo movimiento revolucionario la lucha por la liberación nacional y por la emancipación humana. De ese proceso surgieron los nexos de continuidad, ruptura y superación que han caracterizado las diversas etapas de esas luchas a lo largo de más de un siglo, y de los modelos de sociedad que se han pretendido implantar, determinados estos dos últimos tipos de nexos por los objetivos, medios y fines de la emancipación social, y la composición clasista de las fuerzas revolucionarias y de su dirección, que fueron cambiando de acuerdo con las condiciones histórico-concretas nacionales e internacionales.

De una forma u otra, la reflexión sobre los rasgos psicosociales del cubano se expresó, en alguna medida, desde los albores del surgimiento de la nacionalidad, en las obras de los primeros ideólogos de los hacendados criollos Arango y Parreño, y José A. Caballero, marcadas por el interés del automejoramiento de la clase y de la sociedad. En la primera mitad del siglo XIX, figuras como Félix Varela, José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero y Domingo del Monte, entre otros, prestaron una significativa atención a esta problemática. Y sobre todo Varela y Saco, realizaron análisis especialmente importantes. La “Memoria sobre la esclavitud”, “El Habanero”, o “Cartas a Elpidio”, del primero;  y “Memoria sobre la vagancia en Cuba”, “La Historia de la esclavitud” o los textos de las polémicas con La Sagra y los anexionistas del segundo, son buenos ejemplos de ello.

En las obras de todas estas figuras se aprecia el enfrentamiento entre las corrientes filosóficas, filosófico-sociales, político-filosóficas, éticas y económicas modernas que sirvieron de fundamento teórico a las posiciones políticas y sociales progresistas revolucionarias y aún conservadoras, que asumieron en diferentes momentos los cubanos:  reformismo, independentismo, anexionismo, esclavismo, antitratismo y abolicionismo, y de la mayoría de estas con las concepciones impuestas por la metrópoli, sustentadas en la escolástica.

Varela y su discípulo predilecto, J. A. Saco, se identificaron ideológicamente por la asunción más o menos crítica de las ideas de la ilustración, el enciclopedismo, el utilitarismo inglés y la ideología francesa; por su oposición a la escolástica y al espiritualismo ecléctico francés;  por el liberalismo económico y político;  por el interés en eliminar los rasgos precapitalistas predominantes en Cuba;  por la insistencia en los valores patrióticos y por la conciencia de la existencia de una nacionalidad cubana y el interés por su desarrollo y preservación.

Tanto Varela como Saco, consideran que por naturaleza los hombres se distinguen por su fortaleza e inteligencia, más que por las diferencias externas, que todos son acreedores de las prerrogativas del derecho natural en tanto miembros de la especie; pero el hombre es también un ser social que conoce a través de la experiencia y se forma a partir del contexto sociocultural en que vive, porque el derecho natural se expresa en diversas formas, de acuerdo con el grado de progreso de cada conglomerado humano. Para ambos, los sentimientos patrióticos ocupan un lugar cimero entre las virtudes de los pueblos civilizados, e implican derechos y deberes individuales y sociales. Los intereses económicos y políticos y las normas morales que constituyen determinaciones del patriotismo, no tienen que contraponerse antagónicamente, si se parte del principio utilitarista que Varela desarrolla y Saco comparte, en el sentido de que lo bueno es lo útil para la mayoría, aunque hay bienes y utilidades aparentes y reales, y los hombres suelen equivocarse a la hora de elegir, cuando la razón no orienta adecuadamente a la voluntad. Tanto Varela como Saco consideran la educación -la crítica social es parte de ella- y el trabajo útil al individuo y a la sociedad, como elementos capaces de transformar al hombre.

En la etapa de madurez de su pensamiento político y social, para Varela, el patriotismo se mide por la identificación del independentismo, el antianexionismo y el abolicionismo con la revolución, como única salida verdaderamente útil y buena para la mayoría, a la situación creada por la existencia de relaciones coloniales y esclavistas. El análisis de Varela de los rasgos psicosociales del cubano, fundamentado en estas concepciones, parte de la consideración de que patria es el lugar donde se nace, o se elige para vivir, y donde se crean riquezas y afectos;  la revolución que Cuba necesita debe hacerse con el solo esfuerzo de los cubanos, sin ayuda exterior que comprometa la independencia, preferentemente por vía pacífica, sobre la base de la unidad de la población blanca más allá de las diferencias nacionales, basada en la comunidad de intereses, y debe ser dirigida por los que tienen inteligencia, caudales y prestigio. Se iniciará por los cambios políticos y económicos, y una vez creadas las condiciones necesarias, dará paso a los sociales con la abolición gradual de la esclavitud sin perjuicio de los amos.

Los beneficios de tal revolución alcanzarán a todo el pueblo y, aunque todos sus integrantes tienen el derecho a luchar por la justicia y la libertad que se les niega, el presbítero advierte del peligro que significaría que los negros y mulatos, esclavos o libres, se tomaran la justicia por su mano, reprochándole a los amos el no haberles concedido previamente la emancipación. La revolución podrá garantizar solamente la igualdad legal, en tales circunstancias.

En la “Memoria sobre la esclavitud”, cuando todavía Varela era reformista, ofrece un cuadro completo de lo que considera rasgos caracterizadores de la población de origen africano en la que distingue a los esclavos de los libres, y considera cubanos a todos los nacidos en la Isla. Insiste en que son víctimas de un sistema injusto que da origen a sus vicios. La aparente indiferencia de los esclavos ante la libertad política se debe no a que no amen esa libertad por naturaleza, sino a que constitución y esclavitud son términos que se repelen. Los cree con la inteligencia y la voluntad necesarias para convertirse en buenos soldados si son bien dirigidos.

En el caso de los libres, la destreza con que han aprendido sus oficios, el que sepan en su mayoría leer y escribir, el estar al tanto de las ideas políticas y sociales y el status económico que buena parte de ellos ha alcanzado, causa de la envidia de muchos blancos, los pone en condiciones de dirigir la lucha de sus hermanos por la emancipación.

En “El Habanero”, Varela ofrece un análisis pormenorizado de cada uno de los sectores sociales, clases a su juicio, porque resultan agrupamientos por intereses y profesiones de la población blanca de la Isla, con el objetivo de convencerlos de que la defensa de sus intereses individuales y grupales no está en contradicción con la independencia, y paradójicamente, aunque los considera como fuerza directriz de la revolución, critica duramente sus defectos. Estos sectores, a los que está dirigida la publicación, son los hacendados cubanos y los comerciantes peninsulares, el clero mayoritariamente nativo, las autoridades civiles, el ejército, y los intelectuales.

En términos generales les reprocha que no tengan opinión política en tanto piensan con sus bolsas y supeditan el patriotismo a sus intereses. Identificando de hecho el extremismo con el oportunismo, Varela los acusa de cambiar de partido de acuerdo con las circunstancias, de tener una moral pública y otra privada, de indiferencia ante los que se han decidido a actuar, so pretexto de sus errores, de no hacer nada en favor de la unidad de los blancos para conjurar el peligro negro, de servilismo ante el gobierno despótico que antes condenaban, etc.

De hecho Varela analiza también lo que hoy llamaríamos pequeña burguesía, al calor de las críticas a las sociedades secretas y las conspiraciones, mostrando, de una parte, los peligros y consecuencias de la división en partidos, entre ellos la posibilidad de utilizar la política en beneficio personal, pero al mismo tiempo no oculta el respeto y la admiración que les tiene por su decisión de actuar.

En Saco, la medida del patriotismo está dada por la disposición a sustituir la fuerza de trabajo esclava por la asalariada, cuyas ventajas se empeña en demostrar;  por exigir a España la modernización del status colonial, por la oposición a la anexión que atenta contra la existencia de una nacionalidad cubana (que concibe sólo para blancos, bajo la influencia de la cultura hispanoeuropea) y por ende su futura conversión en nación, que desea, pero considera imposible en esos momentos y menos por la vía de la violencia a la que se opuso siempre. Con esta posición se relaciona la moderna distinción que, en el plano teórico, percibió y destacó, entre nación y nacionalidad.

El análisis de los rasgos caracterizadores del cubano responde consecuentemente Saco con su postura política y social, y parte de la consideración de que la ausencia de fuentes de trabajo, sobre todo en la producción de bienes materiales, y la falta de una educación acorde con las exigencias de una sociedad moderna -la capitalista-, como consecuencia de prejuicios emanados de la esclavitud y del sistema colonial, son la causa del principal defecto de la población blanca:  la vagancia, fuente de todos los vicios, el juego en primer lugar, que afecta por igual a los estratos superiores e inferiores de la sociedad;  vicios que fustiga acremente en su “Memoria sobre la vagancia en Cuba”.

La problemática de la esclavitud es vista por Saco, en lo que se refiere a Cuba, fundamentalmente en sus aristas económicas, las referencias a los aspectos psicosociales y su criterio condenatorio del sistema en su conjunto, aparecen en la “Historia de la esclavitud”, a propósito de el desarrollo de este sistema en su forma clásica en el mundo antiguo, preferentemente y, por tanto, la referencia a la Isla es indirecta. En esta obra, Saco plantea dos ideas claves:  a) la crítica a los filósofos griegos, especialmente a Aristóteles, los epicureístas y los estoicos, por responder a sus intereses y, consecuentemente con ello, contradecir sus altos principios morales y éticos a la hora de abordar la problemática de la esclavitud;  en tanto el sistema degrada a poseedores y poseídos, b)las condiciones de existencia del esclavo como origen de sus vicios y la aparente ausencia de altos valores humanos:  roban -dice- porque no tienen sentido de la propiedad, rehuyen el trabajo porque no reciben beneficios materiales del mismo, son indiferentes ante el amor porque su necesidad vital es saciar el hambre.

La Guerra de los Diez años creó las condiciones para que surgieran de las masas populares jefes militares y figuras políticas en cuyas ideas, de una forma u otra, aparece la referencia a los rasgos caracterizadores del cubano, desde nuevas perspectivas clasistas. El nacimiento de la clase obrera y sus organizaciones primigenias, abre el camino de esta reflexión desde posiciones reformistas y anarcosindicalistas, inicialmente. Con la abolición de la esclavitud se desarrolló la lucha contra la discriminación racial y la proliferación de sociedades negras contribuyó también a que entre la población de origen africano surgieran figuras que de una u otra forma abordaron esta problemática. Gómez, Maceo, Juan Gualberto y la prensa obrera, constituyen fuentes de una indagación imprescindible.

José Martí sintetiza en su obra este nuevo momento del análisis de los rasgos psicosociales del cubano, desde la perspectiva de las masas populares, y le da un vuelco radical, deviniendo su expresión culminante en la pasada centuria. Martí parte de la relación práctico-transformadora del hombre con el mundo, desde la que incursiona en los nexos congnoscitivos y valorativos. El tema del hombre, y en especial del cubano y el latinoamericano, está presente en toda su obra;  por lo cual no puede verse sin tener en cuenta la madurez de su pensamiento, a partir de la ruptura, en lo esencial, con el liberalismo y la asunción del democratismo revolucionario antimperialista entre 1886 y 1887. Un intento de síntesis de sus ideas principales escapa a las posibilidades de estas breves páginas. No obstante, no es posible dejar de señalar algunos aspectos esenciales relacionados con sus ideas en torno al tema, vinculadas estrechamente con sus concepciones sobre la nación, las clases sociales y la cultura, conformadas definitivamente gracias al profundo conocimiento de la sociedad norteamericana que llega a alcanzar.

a)La elaboración y aplicación consecuente de su método histórico-político de conocimiento de la realidad, le permiten un estudio comparado de la sociedad en Cuba, América Latina, España, Europa y los Estados Unidos, del cual obtiene ideas esenciales:  la inevitabilidad de la lucha de clases y la revolución social en los pueblos históricos, la comprensión de parte de la esencia del naciente imperialismo, los peligros que este fenómeno implicaba para Cuba y América Latina y la interrelación entre tales procesos.

b) La experiencia norteamericana contribuye a la conformación definitiva de sus concepciones en torno a la cultura, el hombre, el proyecto revolucionario y el modelo de sociedad. La cultura es entonces la resultante de la producción material y espiritual y la propia autoformación humana, pero no es homogénea en el contexto nacional, está mediada por la existencia de clases, por ello en los Estados Unidos, al menos, la nación de los obreros que existe en la sombra “acabará por ofrecer batalla a la nación legal de propietarios”

Este descubrimiento se suma a la distinción ya establecida entre la cultura feudalizante de los pueblos naturales de América Latina, más atrasada, la norteamericana que ya ha dejado de idealizar, al comprobar la unilateralidad del progreso en que se sustenta el desarrollo científico-técnico, en detrimento de los valores espirituales humanos.

c) El proyecto revolucionario y el modelo de sociedad no sólo son muy diferentes de los concebidos por Varela, sino que superan con creces los surgidos con el inicio de la Guerra del 68, entre otras razones, porque para que una revolución sea verdadera -según Martí- tendrá que ser dirigida por las masas humildes, histórica, políticamente cultas, capaces de hacer cumplir los objetivos y fines propuestos, que han de conocer plenamente.

Por ello, Martí concibe la formación de los rasgos psicosociales del cubano como proceso en continua transformación, nunca acabado definitivamente, en el cual, como elementos de la autoformación del hombre en tanto sujeto de la historia, la cultura y las transformaciones sociales, influyen decisivamente la revolución misma, que es un hecho cultural por excelencia, la educación como función de toda la sociedad y el trabajo, si, sobre todo, sirve para plasmar las ansias creadoras del hombre.

De ahí que la república que surja de la revolución deberá sustentarse en la igualdad política, legal y social, único modo de garantizar la educación y el trabajo para todos los grupos clasistas, etnoculturales y raciales que conforman con iguales derechos y deberes la nación.

Partiendo de tales presupuestos, Martí someta a análisis crítico a cada uno de esos grupos sociales de la Cuba colonial de fines del siglo XIX, teniendo como divisa fundamental su concepción del patriotismo que implica la subordinación de los intereses sectoriales e individuales a los del conjunto de la nación, destacando los rasgos positivos y negativos de cada uno, con un aguzado sentido realista, expresando que sus simpatías se habían puesto, definitivamente, del lado de las masas humildes, explotadas y discriminadas, y además, que su confianza había sido depositada, en primer lugar, en la naciente clase obrera, sin la cual no considera posible el triunfo definitivo de la revolución, y la garantía de la fundación de una república donde la justicia social y el respeto a la dignidad plena del hombre, alcanzaran, en primer lugar, a los desposeídos, independientemente de que el sujeto de una revolución como la que se proponía, esencialmente política, tuviera que ser necesariamente multiclasista, con la esperanza de que no fuese imprescindible llevar a cabo, más tarde, una revolución social que enfrentase a unos hombres contra otros, en el seno de la nación libre y soberana.