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Los Árabes y el Paso de la Ciencia
Griega al Occidente Medieval

 

José Martínez Gázquez
Universidad Autónoma de Barcelona
Catedrático de Filóloga Latina
jose.martinez@uab.es

 

1. La situación del Occidente latino en la Alta Edad Media

La situación cultural y científica de los cristianos del Occidente latino habíaquedado falta de aliento para avanzar en la adquisición de nuevos conocimientos. A partir del siglo IX-X, desde el Sur de Italia y la Península Ibérica, por el contacto con la realidad cultural y científica del mundo árabe, superior a los latinos, despertó el interés de los hombres más inquietos de la sociedad cristiana que procuraron la asimilación de la ciencia árabe y realizaron el esfuerzo de su traducción al latín. La difusión de dichas traducciones, junto con las realizadas en Italia directamente de griego, por los centros de estudio de la Europa cristiana latina fueron un estimulo importante para la reflexión filosófica y científica de la Baja Edad Media.

La breve biografía de Gerardo de Cremona, traductor de textos científicos del árabe al latín en el siglo XII en Toledo, fue redactada por sus discípulos para perpetuar la memoria de sus trabajos de traducción después de su muerte [1] . En ella se nos ofrecen datos y circunstancias del taductor que permiten comprender el proceso seguido por los textos griegos para llegar al Occidente latino en la época medieval por mediación de los árabes.

2. Antecedentes clásicos de la cultura y la ciencia árabe.

A lo largo de un extenso proceso los árabes habían ido recibiendo los fundamentos de la cultura, la filosofía y la ciencia griega y los supieron incorporar al legado cultural, filosófico y científico que transmitieron a Occidente. A través del helenismo y posteriormente del cristianismo de habla griega de las iglesias orientales, especialmente nestorianos y monofisitas, quienes realizaron las primeras traducciones siríacas de la filosofía griega, los árabes se inician en la filosofía y la ciencia, que desarrollaron en muchos de sus ámbito y llevaron consigo a los países conquistados en su rápida expansión hasta la Península Ibérica. En contacto con ellos los cristianos latinos inician el proceso de redescubrimiento y asimilación de los autores griegos con los comentarios de los tratadistas árabes y se ponen las bases de la recuperación cultural y científica del Occidente latino, que llevó hasta el desarrollo científico del Renacimiento y de la Edad Moderna europea.

La recepción del legado griego en el mundo árabe se había producido en dos momentos sucesivos y había tenido lugar en dos ambientes y culturas distintas: los cristianos griegos orientales hasta el siglo VI-VII y las traducciones impulsadas por los Califas musulmanes para hacer frente a las necesidades culturales y administrativas del Califato de los Abasies.

Con carácter previo al mundo musulmán se desarrolla una labor de traducción de textos griegos a la lengua siríaca en los ambientes cristianos de Oriente por las necesidades sentidas por éstos en el seno de la liturgia y los estudios propios de la vida cristiana y especialmente en el ámbito de la filosofía. A principios del siglo V d. Cristo se nos cuenta en la Peregrinatio Aetheriae que en los oficios litúrgicos celebrados en griego en Jerusalem se intercalaba la traducción al siríaco para que los fieles los comprendiesen. Por la misma razón debieron traducirse textos patrísticos y sobre todo el Nuevo Testamento. De Aristóteles se sabe que partes del Organon, junto con la Isagoge de Porfirio, fueron traducidas al siríaco y fragmentos de los Meteoros de Teofrasto solo se han conservado en esta lengua. La gramática de Dionisio Tracio fue vertida al siríaco y el tratado de agricultura, Geoponicá, de Casiano Baso, traducido al árabe desde el siríaco, puede estar en la base de los tratados agrícolas árabes.

También en el mundo latino a finales de la Antigüedad, Boecio tuvo la ambición de legar a los romanos, con sus traducciones, “las artes de la sabiduría griega”, y tradujo el Aristóteles lógico y la Isagoge de Porfirio. El rey Teodorico por medio de Casiodoro le reconoció sus traducciones de Pitágoras, Ptolomeo, Euclides, Platón, Aristóteles y Arquímedes.

En la Edad Media favorecieron este proceso las relaciones comerciales y culturales directas de las ciudades del Sur de Italia con la corte de Bizancio. El obispo Alfano de Salerno, traductor él mismo de obras griegas, llegado de Montecasino apoyó a Constantino el Africano y a Urso de Salerno que introduce el interés por las obras médicas de Aristóteles frente a los intereses filosóficos y de la teología.

El ascenso de Venecia como potencia hegemónica en el Mediterráneo permite al Veneciano Giacomo Greco completar las traducciones lógicas de Boecio y constituirse en el primer traductor medieval sistemático de Aristóteles. Tradujo los Topica y Analítica posteriora que tienen suma importancia en la escolástica medieval. Aristipo de Sicilia traduce en 1156 el Fedón y el Menón, de Platón y los Meteora de Aristóteles. Roberto Grossetesta traduce en los años 1245-47 la Etica Nicomachea que encontró un gran eco en las escuelas occidentales. Pedro de Abano tradujo obras de ciencias naturales y medicina aristotélica y especialmente los Problemata. El gran colofón de las traducciones del griego en Occidente fue obra de Guillermo de Moerbeke, quien, en 1266 tradujo las Categorías, en 1267 completó los Metereologica, y en 1278 hizo la traducción de la Poetica. En su conjunto, traduciendo, o revisando anteriores traducciones de Aristóteles, permitió disponer a los estudiosos latinos de la casi totalidad del Corpus aristotelicum, junto a Comentarios antiguos, como los de Alejandro de Afrodisia, Simplicio, Amonio o Philipon.

En los siglos VIII-IX por iniciativa de los califas de la dinastía Abasí en Bagdad y Damasco se emprende una segunda etapa de traducción de textos filosóficos y científicos griegos que son la mayor aportación a la ciencia árabe, influenciada también por la ciencia persa, babilónica o india. El califa al-Mansur (+ 775) fue el primero en mandar traducir obras griegas de astronomía. El califa Harun al-Rasid (m. 808) se interesó en textos de medicina. Su sucesor al-Ma’mun (m. 833) potenció el movimiento de búsqueda de libros para su traducción.

Las necesidades del gobierno del imperio, resultante de la rápida conquista árabe y la expansión del Islam, impulsaron a los califas a promover una política de formación de funcionarios competentes y eficaces que pudieran servir de apoyo al poder califal. Para disponer de medios para la formación de estos hombres surge un gran interés en el siglo IX por toda la ciencia griega, “los escritos de los antiguos”, y muy especialmente por las obras de Ptolomeo, Almagesto, Hipótesis planetarias y las Tablas. De este modo se embarcaron en un gigantesco trabajo de traducción en diversos centros, asociando también a otros mecenas de la nobleza y la clase dirigente del Califato. A este fin destacó la creación de la “Casa de la Sabiduría” en Bagdad, un centro en el que confluían los estudiosos al servicio de la política califal, y la fundación de los observatorios de Bagdad y Damasco (822-29). En esta labor se ayudaron de traductores cristianos bilingües, destacando Hunayn ben Ishaq, Qusta ben-Luqa o Tabit ben-Qurra.

Tomamos de R. Ramón Guerrero dos testimonios directos que nos muestran la actitud de los traductores ante los problemas que se planteaban, en un caso la forma de mejorar traducciones defectuosas y en otro la eleción del tipo de traducción.

"El libro de Galeno Sobre las sectas (Peri haireseon) había sido traducido al siríaco por un tal Ibn Sahda de al-Karj, que fue un traductor mediocre. Cuando yo era joven, pues tenía unos veinte años de edad, lo traduje para un médico de Yundisapur, llamado Sirisü' b. Qutrub, de un manuscrito griego defectuoso. Más tarde, cuando yo frisaba los cuarenta años, mi discípulo Hubays me pidió que corrigiera aquella traducción. Como entonces disponía de un mayor número de manuscritos griegos, los cotejé y ofrecí un solo texto correcto; luego comparé el texto siríaco con él y lo corregí. Tengo por costumbre hacer esto con todo lo que traduzco". (Hunayn b. Ishaq (1925): "Über die syrischen and arabischen Galen-Übersetzungen", ed. G. Bergsträsser, Abhandlungen für die Kunde des Morgenlandes, 17 1925 4-5).

"Los traductores usaron dos métodos de traducción. Uno de ellos es el de Yuhanna b. al-Bitriq, Ibn alNa'ima al-Himsi y otros. Según este método, el traductor estudia cada palabra griega y su significado, escogiendo una palabra árabe de significado equivalente y usándola; después va a la palabra siguiente y procede de la misma manera, hasta que acaba vertiendo al árabe el texto que quiere traducir. Este método es malo por dos razones: porque es imposible encontrar términos árabes que correspondan a todas las palabras griegas y porque muchas combinaciones sintácticas en una lengua no siempre se corresponden necesariamente con combinaciones similares en la otra. El segundo método es el de Hunayn b. Ishaq, al-Yawhari y otros. Según él, el traductor tiene en cuenta una frase completa y, tras averiguar su significado correcto, lo expresa en árabe con una frase idéntica a su significado, sin consecuencias para la correspondencia de las palabras. Este método es superior y, por tanto, no hay necesidad de mejorar las obras de Hunayn b. Ishaq. La excepción son aquellas obras que tratan de matemáticas, que él no dominaba, en contraste con las de medicina, lógica, filosofía natural y metafísica, cuyas traducciones árabes no requieren ser corregidas". (Sadafi, S. Al-Din, Al-Gayt al-musayyam. I El Cairo 1305/1887 46).

De esta forma se tradujeron muchos textos filosóficos y científicos griegos especialmente y se dejaron de lado obras que no afectaban a los intereses sociales o científicos del momento. Y no se limitaron a traducir. Comentaban y corregían los textos y, como los griegos de la época clásica, transformaron los conocimientos recibidos con una actitud crítica y creadora. Incorporaron a ellos métodos de experimentación acordes con la razón griega que ayudaron a su progreso y desarrollo.  Entre los siglos IX y XI aparecieron ya las primeras críticas de los clásicos griegos. Al-Razi publica su obra Dudas sobre Galeno; Ibn al-Haytham publica Dudas sobre Ptolomeo; y Avicena publica sus desacuerdos con Aristóteles en la Filosofía oriental.

Estas traducciones al árabe plantean problemas difíciles de analizar en relación a los criterios que tenían en cuenta para decidir qué textos se debían traducir, las causas concretas que motivaban su traducción, con qué medios contaron para ello y con qué sistema abordar la traducción, así como la adecuación del lenguaje por el vocabulario y la estructura misma de las lenguas. El criterio de elección de los textos para traducir fue el de disponer de los mejores tratados filosóficos y científicos de la tradición clásica. Los prólogos de Hunayn ben Ishaq nos explican en relación a Galeno el método para la búsqueda y colación de los manuscritos y los problemas que se afrontaron para conseguir ediciones fiables. Revisaron también el trabajo de los traductores precedentes sin competencia lingüística suficiente. En múltiples ocasiones las traducciones árabes salvaron textos perdidos en su original griego o tradiciones manuscritas más fiables para la recomposición del texto que las que se conocían, como una parte de Sobre las secciones cónicas de Apolonio de Pergamo, la Mecanica de Filón de Bizancio, o algunas obras de Arquímedes y de Herón de Alejandría. Son además muchas las referencias a autores y obras que se nos han trasmitido únicamente en los tratados árabes. De esta forma al ser los herederos de la ciencia y cultura griegas, fueron el factor que pudo asegurar su pervivencia en el Occidente latino que casi había perdido su recuerdo. .

3. Difusión de la ciencia árabe en el Occidente latino

Casi desde sus mismos inicios la ciencia árabe, elaborada principalmente a partir de las traducciones del griego, conoció una rápida difusión entre los pueblos con los que los árabes mantuvieron relación. Por este medio entra de nuevo en contacto el mundo latino occidental, relacionado con la realidad árabe-musulmana, con la cultura y la ciencia griega. Con su lectura y estudio se propicia el proceso de  redescubrimiento y asimilación de los autores griegos y se ponen las bases de la recuperación cultural y científica del Occidente latino que llevó al desarrollo científico del Renacimiento y la Edad Moderna europea. Y no solo en la Europa latina. También, por ejemplo, un retorno a Bizancio, donde sobre el año 1000 se tradujo al griego la obra en árabe de Ahmad ibn Sirin sobre interpretación de los sueños, que se apoyaba en el tratado Oneirocritica de Artemidoro de Efeso. Obra que posteriormente fue traducida al latín por Leo Tuscus de Pisa en 1176.

Con la creación de las Universidades la enseñanza en ellas se apoyó fundamentalmente en la lectura directa y el comentario de los autores más importantes de cada una de las ciencias. París y Bolonia fueron centros de encuentro e intercambio de los estudiosos latinos. Los propios traductores fueron los difusores de la nueva ciencia en sus países de origen. En torno al redescubrimiento y la recepción paulatina de la filosofía de Aristóteles se centra casi toda la aventura del conocimiento en la Baja Edad Media. A su vez la aceptación o rechazo de sus doctrinas constituyen el núcleo fundamental de discusión intelectual que se desarrolla en la Universidad medieval. Estas controversias tienen su centro fundamental en la Universidad de París y se vive en ella con intensidad esta lucha que vive un largo proceso desde 1210 el sínodo de París condena las doctrinas y comentarios de David de Dinant hasta 1277 en que el obispo de la ciudad prohíbe la enseñanza de los libros naturales de Aristóteles.

Las obras de Aristóteles sufrieron un largo proceso hasta su difusión y estudio en la Europa latina medieval. Hacia 1200 buena parte de los “libros naturales” se habían traducido directamente desde el griego en Italia, como consta en las obras de David de Dinant o en las versiones de Galeno de Burgundio de Pisa. Contribuyeron a esta situación las relaciones comerciales y culturales directas de sus distintas ciudades con la corte de Bizancio.

La parte fundamental del paso de la cultura griega al Occidente latino tuvo su origen en las traducciones al latín de la ciencia árabe a lo largo de los siglos X al XIII en las diversas escuelas de traducción de la Península Ibérica, desde las que se difundieron por toda la Europa cristiana latina y fueron el fermento de la renovación del pensamiento científico de la Baja Edad Media. La enseñanza de las ciencias se centró en los autores griegos o sus comentaristas árabes. El conjunto de las obras aristotélicas de “filosofía natural”, o libros de cuestiones naturales, tiene un ámbito amplio con nuevas cuestiones no tenidas en cuenta por los griegos, pero se apoyan en el comentario de las obras del filósofo.

La Geometría se explica con los Elementos de Euclides. La Astronomía se basaba en el Almagesto de Ptolomeo, obra que constituyó el principal afán de los sabios cristianos interesados en la ciencia del Cómputo y la Astrología, conexa con aquella, tiene en el Cuatripartito de este mismo autor su punto de apoyo. La enseñanza de la Medicina se centró en el comentario a Avicena, punto culminante de la medicina árabe, inspirada en Galeno y en su interpretación de Hipócrates, pero que se desarrolla más allá de éstos en numerosas especialidades.

En Salerno, y con apoyo en la abadía de Montecasino, de donde depende, encuentra apoyo Constantino el Africano que traduce al latín las obras de la medicina greco-árabe en especial el Liber Pantegni y la Isagoge de Hunayn y abre la Escuela médica, en la que también se amplia el interés a las obras médicas de Aristóteles con Urso de Salerno.

Discípulos de Constantino fueron Juan Agareno y Rustico Pisano que perfeccionan la traducción del Liber Pantegni, probablemente durante la campaña de los pisanos contra la Mallorca musulmana (1115). Acaso también pisano, Esteban de Antioquia, maestro en Salerno y Sicilia, colabora con los anteriores y publica un Breviarium medicaminum omnium, trilingüe árabe-griego-latín, fundado en Dioscórides.

En Astronomía, Aristipo de Sicilia aportó desde Constantinopla un ejemplar griego del Opus Maius Astronomiae de Ptolomeo, traducido al latín por un traductor anónimo, pero pasó desapercibido, ya que hasta la traducción de Gerardo de Cremona en Toledo desde el árabe hacia 1170, el Almagesto no se difundió en el Occidente latino.

Las traducciones latinas aparecen en la España cristiana en el último tercio del siglo X en el Noroeste peninsular con textos sobre el astrolabio, textos agronómicos y aritméticos, conservados en el ms. 225 del Archivo de la Corona de Aragón, procedente del Monasterio de Santa María de Ripoll. A finales del siglo Gerberto de Aurillac, el Papa Silvestre II, solicita a sus amigos de Barcelona una copia de un texto astrológico y un tratado de números, traducidos por ellos. A principios del siglo XII Platón de Tivoli traduce en esta misma ciudad el Quadripartitum o Tetrabiblos de Ptolomeo.

Hacia mediados del siglo acuden a las tierras de la ribera del Ebro, recién conquistadas a los musulmanes, clérigos de la Europa cristiana deseosos de descubrir y conocer la nueva ciencia que aparece en los manuscritos árabes. El obispo Miguel de Tarazona ampara e impulsa los trabajos de traducción de Robert de Ketton, Hugo de Santalla, textos de astronomía y matemáticas, y Hermann de Carintia que traduce a Euclides y el Planisferio de Ptolomeo. Por encargo de Pedro el Venerable realizan también la primera traducción latina del Corán.

En el siglo XII Toledo se incorpora al trabajo de la traducción al latín de la ciencia griega traída a al-Andalus por los árabes (6.12.) con el apoyo del arzobispo Raimundo (1125-1152) y Juan (1152-1167). En este primer periodo trabajan traductores de la  importancia deGerardo de Cremona, a quien cupo la fortuna de traducir la obra que todos confesaban buscar, el Almagesto, también el Canon de Avicena, y versiones de Analytica posteriora, Physica, De generatione et corruptione y Meteora de Aristóteles, Domingo Gundisalvo, Juan Hispano o Hispalense, Marcos de Toledo o Miguel Escoto.

En este primer período trabajan traductores de la importancia de Juan Hispano o Hispalense, traductor y autor de abras astronómico-astrológicas, Domingo Gundisalvo que traduce a Avicena, los comentarios a los Analítica posteriora, y a al-Farabi y compone el importante tratado De diuisione philosophiae. A Gerardo de Cremona, traductor de obras de todas las ciencias, le cupo la fortuna de traducir y difundir la obra que todos anhelaban encontrar, el Almagesto de Ptolomeo, así como el Canon de Avicena. Con sus versiones de los Analytica posteriora, Physica, De coelo et mundo, De generatione et corruptione y Meteorologica y los comentarios de Alejandro de Afrodisia a Aristóteles incorporó al Filósofo griego al acerbo de las traducciones de Toledo. En matemáticas tradujo a Euclides y sus comentaristas de medicina hipocrático-galénica, De elementis, De complexionibus, Liber Galeni super librum Yppocrats de regimine acutarum egritudinum, hasta veinticinco obras diversas. Marcos de Toledo, traductor del De pulsu y De utilitate pulsus y De motubus membrorum galénicos y de la segunda traducción del Corán. Miguel Escoto fue traductor en Toledo, en Bolonia y Sicilia. La más importante de sus traducciones en Toledo fue el De animalibus aristotélico anterior a 1220, en que deja la ciudad. Hermann el Alemán traduce el Liber Nichomachey Aristotelis, scilicet, Ethicorum, la Rethorica y los Comentarios a la Poetica de Averroes.

La nómina de obras traducidas es ingente y realizada en su mayor parte por traductores anónimos. De esta gran cantidad de obras traducidas sobresalen los libros astronómico-astrológicos de Ptolomeo, las obras de Hipócrates, las de Galeno y las de Avicena en medicina, Euclides, gran parte de Aristóteles y los comentarios árabes a sus libros de filosofía natural, la Historia animalium, y otras obras como la Etica.

Todavía en el último tercio del siglo XIII, tras la conquista del reino de Murcia, el nuevo obispo de la diócesis reinstaurada, Pedro Gallego, publica adaptaciones de obras científicas de astronomía y filosofía natural aristotélica e impulsa un Studium Arabicum et Latinum de la Orden Dominicana, en el que encontramos traducciones latinas de obras de medicina como el Liber de aegritudinibus oculorum o la Articella Johannicii..

En contacto con la nueva ciencia impartida en la universidad de París, se propuso un proyecto consistente en “hacer Aristóteles inteligible a los latinos” apoyándose no sólo en las obras del mismo Aristóteles, sino también en los comentarios árabes y especialmente en Averroes. Sin embargo la aceptación y asimilación de la ciencia aristotélicas no estuvo libre de tensiones. La universidad de París fue el centro de estas controversias, donde se vive con intensidad esta lucha en un largo proceso a lo largo de todo el siglo XIII, con antecedentes en el s. XII. Pedro de Poitiers, maestro de teología en París de 1167 a 1205, en su obra Sententiarum libri quinque, hace referencias al nuevo Aristóteles que se enseñaba en las universidades y que más tarde provocó la disputa de París. Con David de Dinant el aristotelismo va ganando fuerza, a pesar de su condena en 1210, cuando el sínodo de París condena sus doctrinas y comentarios. En disputa con el neoplatonismo y el agustinismo imperante, en 1231 se impone una moratoria en la lectura de los libros peripatéticos, “hasta que sean examinados y purgados de toda sospecha de error”, por una comisión de tres maestros en teología, Guillermo de Auxerre (+1231), Felipe el Canciller (+1236), y Guillermo de Auvernia (1249), nombrada por el Papa Gregorio IX (+1241) a fin de su revisión para la enseñanza.

De este examen, a pesar de la primera prohibición de 1240, fue surgiendo una interpretación más favorable, de manera que la enseñanza del nuevo aristotelismo natural con base en las traducciones llegadas de España desde el árabe, o de Italia desde el griego, principalmente con Guillermo de Moerbeke, se extiende igualmente a Oxford, donde se comenzó a explicar la filosofía del Maestro, como señala Roger Bacon.. Tomás de Aquino pudo beneficiarse también de estas traducciones y, como maestro en París de 1252 a 1260, refuerza su magisterio con comentarios a Aristóteles. En 1255 en los nuevos Estatutos de la Facultad de Artes constan ya todos los libros de Aristóteles dentro del programa oficial.

Reavivada la polémica sobre el estudio y difusión de la filosofía natural aristotélica, de nuevo Urbano IV reitera en 1263 las prohibiciones de Gregorio IX en el documento de confirmación de los estatutos de la Universidad. Se prohiben definitivamente el 7 de marzo de 1277, en que el obispo de la ciudad declara proscrita la enseñanza de los “libros naturales” de Aristóteles, sin que por ello quedasen clausuradas las disputas.

En la transmisión de la ciencia botánica encontramos un ejemplo paradigmático, entre tantos otros, del largo recorrido de un texto griego científico hasta su asimilación por la nueva ciencia del Occidente latino. De Nicolas de Damasco, autor del s. I d. C se tradujeron al siriaco algunos de sus escritos de comentario a Aristoteles. Del siriaco fue traducido al árabe por Hunain ibn Ishaq en el 900. Tabit ibn Qurra hizo una revisión posterior de esta traducción. Alfredo de Sareshel (Alfredus Anglicus) tradujo el Liber de plantis o Liber de vegatalibus al latín hacia 1200. Hicieron comentarios al De plantis de Alfredo de Sareshel Roger Bacon, y otros autores. Finalmente San Alberto Magno escribe sus obras, De plantis y De uegetalibus, en las que declara la influencia de estos textos. Alberto Magno, en contacto con la nueva ciencia impartida en la Universidad de París, se propuso un programa intelectual consistente en “hacer Aristóteles inteligible a los latinos” y para el que se apoyaba no sólo en las obras del mismo Aristóteles, sino también en las de los comentarios de los autores árabes y especialmente de Averroes.

Bibliografia sucinta.

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[1] Tomamos unos fragmentos de la breve biografía escrita por los discípulos de Gerardo de Cremona, como colofón a su traducción de la Tegne de Galeno.

“Por consiguiente, para que el maestro Gerardo de Cremona no se pierda en las tinieblas del silencio, ni pierda la don de la fama que mereció, ni por un robo intencionado aparezca como título ajeno alguno de los libros traducidos por él, particularmente porque no puso su nombre a ninguno de ellos, al final de este libro, la Tegne, últimamente traducido por él, <enumeramos> todas las obras traducidas por él mismo, tanto de dialéctica como de geometría, tanto de astrología como de filosofía, tanto de física como de otras ciencias ... Y como quiera que desde su propia infancia fuese educado en el seno de la filosofía y se hubiese acercado a cualquier aspecto de ella según el empeño de los latinos, con todo, por amor del Almagesto, que no pudo encontrar de ninguna forma entre los latinos, se llegó a Toledo. Allí, viendo la abundancia de libros en árabe de cualquier disciplina y lamentando la penuria de los latinos de aquellas disciplinas que había conocido, por el deseo de traducir aprendió la lengua árabe ... Y de esta lengua, lo más clara e inteligiblemente que le fue posible, no cesó de traducir  hasta el fin de sus días libros de muy diversas disciplinas, cualesquiera que pudieran tener valor y prestancia para la latinidad, por así decir heredera predilecta. Entró en la vía del Señor a los setenta y tres años en el año mil ciento ochenta y siete de nuestro Señor Jesucristo”.(Traducción del autor). Cfr. José S. Gil, La escuela de traductores de Toledo y sus colaboradores judíos. Toledo 1985, pp. 43-44.