Tipología Quijotesca - Presencia de
Don Quijote en Tierras Brasileñas

 

 

Maria Augusta da Costa Vieira
Universidade de São Paulo

 

            El presente trabajo supone una larga travesía histórica y geográfica pues trata de encontar en el horizonte de expectativas del Quijote, algunos de los ecos producidos en tierras brasileñas. Para ello, serán abordados “quijotismos” de distintos tipos que contienen señas cervantinas más o menos explícitas. Por el momento, lo que interesa de modo más específico es presentar un conjunto de figuraciones quijotescas producidas en el contexto cultural brasileño.

            Como advertencia inicial, quizás sea importante mencionar que nuestras relaciones culturales con España siempre han sido tenues pues era Portugal quien centralizaba nuestros contactos ibéricos. Y cuando, debido a un esfuerzo de autoafirmación y de independencia, nuestra mira-da escapó de las tierras lusitanas, no buscamos otros rincones en la Penín-sula: nos echamos en los brazos de la cosmopolita capital francesa. Si la vida urbana europea nos arrebató en algunos momentos, en otros estuvi-mos concentrados en los temas más arraigadamente nacionales. En cierta medida, la evolución de la vida espiritual brasileña se organizó por medio de un movimiento dialéctico entre localismo y cosmopolitismo.[1] Sin em-bargo, es curioso observar que la presencia del Quijote en nuestro contex-to se sobrepone a los movimientos de época, a las tendencias más o me-nos cosmopolitas, en fin, a las motivaciones más circunstanciales. Sería posible decir incluso que tampoco la obra parece dejar la idea de que se está introduciendo algo extranjero en nuestra cultura. Es como si el Qui-jote fuera una creación desposeída de fronteras y que, en cierta medida, nos pertenece a todos. Lo que sí puede variar son las lecturas que se hace de la obra según la voluntad de cada tiempo: una interpretación más o menos trágica, más o menos cómica; un caballero más o menos loco, más o menos cuerdo.

            De cualquier manera, la consideración de la obra de Cervantes corresponde a un marco fundamental en la história del héroe occidental que en ese momento tuvo que redireccionar su trayectoria, conformándo-se con la disolución de la idea tradicional del heroísmo y, a la vez, demo-cratizando su condición de personaje literario[2]. Así, toda la producción novelística posterior dialogó, de algún modo, con su modelo fundamental.

            Sin tener la pretensión de eliminar las incertidumbres que se infiltran en todo lo que dice con respecto a la ciencia genética de la creación literaria, es posible considerar la recepción del Quijote dentro de algunos parámetros. Un parámetro posible sugerido por Nicholas Round se encuentra en la escala de polaridad que se incluye en la producción semántica: la apropiación y la disposición[3]. La apropiación nace del prototipo del texto original, es decir, supone el reconocimiento y además la imitación consciente del modelo. En contrapartida, la disposición parece mantener una relación más periférica con la matriz al hacer referencia al proceso por el cual ciertas propiedades del texto original pueden resultar accesibles en otra cultura, al crear nuevos significados.

            Si estos parámetros se basan en distintos grados de incorporación, concentrados especialmente en la producción semántica, quizás sea im-portante establecer otro par de criterios que pueda introducir nuevas ca-tegorías de la creación literaria. En este caso es importante para el estudio de la recepción distinguir entre los vínculos que se detienen sobre todo en cuestiones más bien estructurales y, por otro lado, aquellos que se centran especialmente en los aspectos temáticos. En otros términos, para utilizar una metáfora de tono más quijotesco, sería posible decir que algunos textos expresan su relación especial con la obra de Cervantes por medio de las letras mientras que otros se centran más en el ámbito de las armas. En este caso, el estudio de la recepción del Quijote en una literatura nacional, que tiene como eje los aspectos temáticos, incide básicamente en las relaciones entre la historia y la ficción. Plantea implícita o explíci-tamente la idea de un proyecto para la sociedad que puede situarse tanto en el ámbito rural como en el urbano, con una perspectiva más social o más cultural según el caso. Se concentra, por lo tanto, en el enunciado a través del eje que pone en contacto el texto y el contexto.

            Por otro lado, el estudio de la recepción que se basa sobre todo en aspectos más bien estructurales, no se atiene de forma privilegiada a la historia sino que tiene que ver con la forma de contarla, es decir, se sitúa especialmente en el eje de la enunciación. En este caso, las conexiones con la obra cervantina pueden ser más opacas y están centradas sobre las similitudes que existen en la perspectiva estética que organiza la obra literaria. Lo que importa más es la tensión que reina en el diálogo explícito o implícito entre el narrador y el lector.

            Considerando los vínculos con el Quijote desde esta perspectiva, en la segunda mitad del siglo XIX, en la fundación misma de la novela como género en las letras nacionales, se encuentra la obra de Machado de Assis que sin duda es la que más trabaja con lo que se podría llamar la política intrínseca de la escritura al estilo cervantino, poniendo en tela de juicio las relaciones entre narrador y lector. El relato en sí mismo y la forma de narrar se convierten en el contenido de muchas de las interven-ciones del narrador que trata de involucrar al lector en las fibras de la composición. Sin embargo, por el momento, nos ocuparemos especial-mente de algunas obras que establecen otro tipo de vínculo con el Quijote, es decir, que se centran en el ámbito de las armas y tienen que ver más bien con las relaciones entre historia y ficción

            Considerando la acción desde la perspectiva del héroe que lucha por algo que redunde en beneficio de la sociedad, es posible encontrar en la literatura una gran genealogía de personajes que, más o menos locos, han creído en los cambios. En 1911, se publica Triste fim de Policarpo Quaresma de Lima Barreto - una novela que crea un personaje de profundas marcas quijotescas.

            Policarpo Quaresma es uno de los personajes que sufre un proceso de apropiación de las características de Don Quijote. Encarna un proyec-to quijotesco de sentido épico y propone alternativas que redireccionen los tortuosos caminos de la nación. Patriota empedernido, busca el resurgimiento de las raíces brasileñas en un momento de profundas contradicciones sociales y políticas, en que las referencias extranjeras - especialmente los modelos de la vida urbana parisiense - se van imponiendo en la vida nacional[4]. La ideología del éxito económico y del ascenso social van ganando espacio cuando aún predominan los valores y estructuras tradicionales. Policarpo Quaresma es un comandante militar dedicado a trabajos burocráticos en el Arsenal de Guerra. En los momen-tos de ocio, se encierra en su biblioteca y se pone a estudiar la Patria, des-de las riquezas naturales, hasta la geografía, historia, política, cultura y li-teratura. Se trata de un patriota exaltado que se cree en condiciones de proponer reformas radicales en el país y de luchar por ellas aún siendo del tipo tímido que no dispone de la grandilocuencia quijotesca. Da la im-presión de haber pasado la vida dialogando con los libros, sumergido en un profundo silencio. Al igual que el caballero manchego, alrededor de los cincuenta años, hace público su proyecto: primero quiere redireccio-nar los destinos de la nación y para eso propone al Congreso Nacional una disparatada reforma lingüística con el objetivo de rescatar el tupí de nuestras raíces indígenas[5]. No tarda mucho en ser una víctima de la opi-nión pública, que lo excluye de la sociedad gracias a su proyecto audaz y lo interna en un manicomio. El personaje se traslada al campo y explicita su segundo proyecto al presentar al gobierno un memorial que propone la recuperación de la agricultura nacional, el que por supuesto no recibe la menor atención por parte del Presidente de la República. Nuevamente tie-ne que someterse a la exclusión social cuando lo mandan a la cárcel. Víc-tima de un profundo desengaño, Policarpo ya no cree en la posible trans-formación del orden de las cosas y, sin otra motivación, se deja morir. La configuración quijotesca del personaje no se limita a su incon-formismo que se consumió en años de silencio llenos de espejismos[6], o a su afán de erudición unido a disparatadas ideas nacionalistas. Tanto en el ámbito rural como en el urbano, su convivencia social es limitada y sus intereses son incompatibles con los rasgos prevalecientes en la sociedad, especialmente con relación a la clase dominante que se perfecciona en el prosaísmo y en los proyectos de horizontes inmediatos[7]. Del desencuen-tro entre la visión de la sociedad y la del protagonista nace el proyecto crítico de la obra que configura un Brasil arcaizante, contrapuesto a un sueño utópico.

            Por entre la risa que provocan las locuras de Policarpo brota la vertiente conmovedora de su idealismo que no tiene origen, específica-mente, en el disparate de sus ideas sino en el hecho de que el protago-nista, loco o cuerdo, es fiel a sí mismo. Así como en el Quijote, el per-sonaje se sitúa en la imbricación de lo trágico y lo cómico que, a su vez, parece estructurarse sobre un proyecto grandioso que tiene que someterse a los estrechos límites de la individualidad. En otros términos, es como si fuera inevitable la ambigüedad producida por la sensación de tener en manos una materia propia de la épica, que tuvo que conformarse con un desplazamiento hacia el ámbito de la lírica.

            Se puede decir que Policarpo Quaresma lucha por un conjunto de motivaciones muy peculiares y encarna una locura quijotesca como si fuera una versión brasileña del personaje manchego en un momento de la historia nacional. Otro personaje que también incorpora un sentido quijotesco y de la misma manera se sitúa en el eje de las armas es el Coronel Vitorino Carneiro da Cunha, uno de los tres personajes centrales de Fogo morto, una novela de José Lins do Rêgo publicada en 1943. De igual manera, se trata de la apropiación de rasgos quijotescos por parte de un personaje integrado en la dura realidad rural del nordeste brasileño que ofrece alternativas muy escasas o casi nulas.

            El personaje representa la parte empobrecida de la aristocracia rural. Rechaza la vida urbana y opta por el campo sin dejar de pasar por una serie de dificultades pues no es propietario de ningún bien. Lo que más lo distingue de los demás es la perspectiva quijotesca que adopta ante la realidad. Siendo un señor bastante mayor, el Coronel Vitorino anda por los campos, montado en su caballo tan debilitado como Rocinante, defendiendo principios por los cuales muchas veces lucha de forma inadecuada. Por eso, tiene que soportar el insulto de la gente que no le hace caso y que se divierte con sus ideas. Se presenta como un paladín de la justicia y se cree capaz de alterar el orden de los aconteci-mientos. Su intervención, la mayor parte de las veces, es improductiva, pues su arma es la palabra y sus argumentos se basan en principios que ya no representan valores para esa realidad social. Su fragilidad física está compensada por la densidad moral.

            El narrador garantiza una visión amplia del personaje que abarca desde la inadecuación de los medios utilizados para luchar por sus princi-pios hasta su carácter humanitario. La visión del narrador escapa, por lo tanto, a una interpretación acentuadamente romántica que resalte el idea-lismo y el aspecto simbólico de sus actos, pues nadie cree que, de hecho, el Coronel pueda alterar el orden de los acontecimientos. Tampoco sus acciones se delinean con tintas tan realistas a punto de transformarlo en un héroe al servicio de la comicidad. Sin embargo el personaje de Lins do Rêgo tiene motivaciones heroicas y está convencido de su valor épico.

            La actuación al estilo quijotesco del viejo Coronel se mantiene paralela a la actuación de un grupo armado que presenta otras formas de resistencia y que por medio de la violencia, inescrupulosamente, consigue conquistar algunos derechos. De hecho, este grupo de resistencia, así como otros muchos, existió en la escena del nordeste brasileño entre los años 30 y 40. Esta incorporación en la novela de prácticas que tuvieron lugar en la vida nacional establece un diálogo intenso entre personajes literarios y realidades históricas.

            Las huellas quijotescas presentes en la novela de Lins do Rêgo tienen, por lo tanto, la expresión de la resistencia basada en principios humanitarios en un mundo que parece perderse en un torbellino. Las armas de este descendiente del héroe cervantino son totalmente inoperantes y su valor se concentra sobre todo en su dimensión ética.

            En el mismo eje de las armas se encuentra otro personaje de la novelística brasileña cuya relación con la novela cervantina se se da por medio de la disposición, es decir, una relación de carácter más bien periférico. Se trata de Grande sertão: veredas de João Guimarães Rosa, publicada em 1956. Además de presentar un trabajo con el lenguaje extremadamente complejo, la obra entra en filiación con los libros de caballerías[8]. Riobaldo, siendo un yagunzo, es decir, una especie de bandolero que actuaba siempre en grupo en algunas regiones del interior de Brasil, sigue un derrotero que por un lado guarda similitudes con la trayectoria de los héroes de la caballería y por otro, está muy emparen-tado con la violencia y con prácticas sociales no siempre aceptables. Este tipo de bandolero, en general, tiene un principio de justicia social, de lealtad y de coraje y su actuación, la mayor parte de las veces, está libre de las normas sociales. Por eso, él y su grupo son fieles a un código ético própio y corporativo.

            Riobaldo, reúne en sí mismo un amplio abanico de ambigüedades y al contar su historia, no deja de confesar la dificultad que encuentra para definir su identidad de yagunzo[9]. Observa el modo de ser de otros bandoleros y encuentra desde el tipo más quijotesco que deja todo, casa y familia, para imponer la justicia en estas tierras, hasta el bandido demoníaco que es la encarnación misma de las fuerzas del mal. Entre án-geles y diablos, Riobaldo va revelando las vicisitudes del alma humana. Al tratar sobre los bandidos brasileños y profundizar la visión que de ellos se tiene, la obra alcanza la virtud de transformar lo más específico y particular en lo más amplio y universal; en otros términos, de transformar el corazón de las tierras brasileñas en el alma del mundo. Las conexiones entre Don Quijote y Riobaldo en el fondo están mediadas por la presencia de otro personaje, el famoso bandolero Roque Guinard, que aparece un tanto idealizado en la obra cervantina. En este diálogo entre realidades históricas y creaciones poéticas, el encuentro entre Don Quijote y Roque Guinard en las afueras de Barcelona produce una admiración recíproca entre caballero y bandolero. Una admiración que se debe, sobre todo, al hecho de que los dos son movidos por la misma sangre. Sin embargo, Roque Guinard es de su tiempo y, si está al margen de la sociedad, en contrapartida tiene tránsito en la vida urbana. Al contrario, Don Quijote está desplazado de su época porque quiere ser un caballero cuando el tiempo y también el espacio - especialmente el espacio urbano - ya no le pueden acoger. Desde la perspectiva de la novela, este encuentro entre los dos personajes significa una larga despedida de dos épocas. De hecho, en el solemne encuentro, a las puertas de la ciudad, Don Quijote le deja simbólicamente sus armas al bandolero.

            Riobaldo, al contrario de Don Quijote, siempre fue eficiente en las armas pero en este momento decide relatar su historia para entender lo vivido. En cierta medida, el relato de Riobaldo sobre su propia historia tiene que enfrentarse con un tema que al fin y al cabo atraviesa toda la historia de Don Quijote que es el intento de conciliación entre las armas y las letras. No sigue un modelo literario como el caballero manchego, tampoco consumió los días de su vida en lecturas de libros pero fue a partir del encantamiento que le causaron unos versos que oyó de boca de otro bandolero, en una fría madrugada del mes de mayo, que se metió en esta vida de guerrero. Y así, de las letras pasó a las armas, y a través de la ficción, en el ámbito de la literatura, ingresó en la historia.

            Ninguno de estos héroes brasileños fue un inveterado lector de libros de caballerías antes de optar por la acción. Todos nacen en el espacio de la novela y no cuentan, como Don Quijote con una prehistoria que anteceda su existencia literaria. Para estos personajes sus trayectos se desarrollan en el sentido de transformar la historia en el ámbito de la ficción.

            Hasta ahora, hemos tratado algunos tipos quijotescos presentes en la novelística brasileña en la primera mitad del siglo. Sin embargo, como ya se ha dicho otras veces, el Quijote es más conocido que leído o, en otros términos, se ha transformado en un mito más difundido que el propio personaje. Dejando a un lado la literatura y pasando al ámbito de la historia, se puede encontrar en nuestro contexto un cierto camino quijotesco de vuelta. Es decir, una cierta transposición de las hazañas de Don Quijote en la vida social, como si la lectura de la obra de Cervantes provocase un movimiento equivalente al del caballero que de tanto leer, un día optó por salir al mundo.

            En este caso, me refiero a un importante movimiento social provocado por la ocupación de tierras por parte de campesinos, que tuvo lugar en una provincia del interior del Brasil - Goiás - entre los años 50 y 60, y que se conoce como Revolta do Formoso. Más que el movimiento en sí mismo, por el momento nos interesa el relato de uno de los integrantes del grupo que fue largamente entrevistado por la historiadora Janaina Amado[10]. Inicialmente, cuenta la historiadora, el relato de Fernandes - el informante - no pudo ser aprovechado para la recons-trucción histórica porque parecía muy fantasioso y, en algunos aspectos, se desviaba demasiado de los relatos de los demás. Pero pasados unos cuantos años, la historiadora decidió revisar las entrevistas y se dio cuenta de que la versión de Fernandes combinaba hechos históricos con reminiscencias literarias.

            En su informe, el movimiento de un modo general presentaba una trama bien articulada entre lo épico y la farsa. El líder de la revuelta - José Porfírio de Souza - aparecía como la encarnación misma de Don Quijote y la locura del caballero se manifestaba en la revuelta incon-tenible del campesino ante las tremendas injusticias en el área rural brasi-leña. El ritual de iniciación de José Porfirio en la militancia se asemejaba a una parodia del bautismo de Don Quijote como caballero. Contaba, además, con la presencia constante de un compañero en todas sus acciones políticas al estilo de un Sancho Panza y tenía también un caballo llamado Rocinante, cuando en verdad, según dicen los demás informantes, José Porfírio ni siquiera tuvo un caballo. Las coincidencias entre el relato de Fernandes y la obra de Cervantes son varias y, como dice la historiadora, no cabían dudas de que el informante se había inspirado en el Quijote para componer en su imaginación una versión quijotesca de la Revuelta. Pero ¿cómo explicar la presencia de una obra de la tradición erudita en un pueblo que, además de vivir en condiciones bastante precarias, cuenta con un gran número de analfabetos?

            Lo curioso es que después de un largo recorrido, pasando por fuentes orales y escritas, la historiadora llegó a algunas conclusiones bastante sugestivas. En primer lugar se enteró de que Fernandes leía regularmente el Quijote y desde 1942 tenía una edición que le había regalado su abuelo. Luego se enteró también de que no solamente Fernandes sino gran parte de la gente del pueblo (Uruaçu), nacida antes de los años 50, conocía la obra. Muchos de ellos se acordaban de haber oído las historias del caballero de la Mancha contadas por personas de más edad que tradicionalmente se reunían en la plaza mayor al atardecer y relataban o leían las increíbles historias de Don Quijote a un grupo heterogéneo de hombres, mujeres, niños, campesinos, pequeños comer-ciantes, en su gran mayoría analfabetos. Estos, a su vez, participaban activamente de las aventuras caballerescas haciendo comentarios y especialmente relacionando la historia con circunstancias de la vida. La entrada del Quijote en esta región del interior brasileño ocurre en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando llegan los primeros hombres blancos[11].

            En el caso de la Revuelta del Formoso, ocurre un perfecto proceso de apropiación de la obra de Cervantes. La figura del caballero se confunde con la del líder campesino y si uno lucha por el restablecimiento del orden de la caballería andante, el otro milita a favor de la justicia social. Los rasgos de locura se confunden con el heroísmo caballeresco y la visión del narrador garantiza un punto de vista inestable que se mueve entre lo serio y lo cómico. Pero sin duda, lo más sorprendente del informe de Fernandes es la idealización que crea sobre un movimiento social, estableciendo un juego entre imaginación y verdad histórica que recupera, quijotescamente, la ya antigua controversia de las fronteras y las conexiones entre literatura y vida.



[1] - “Se fosse possível estabelecer uma lei da evolução da nossa vida espiritual, poderíamos talvez dizer que toda ela se rege pela dialética do localismo e do cosmopolitismo, manifestada pelos modos mais diversos. Ora a afirmação premeditada e por vezes violenta do nacionalismo literário, com veleidades de criar até uma língua diversa; ora o declarado conformismo, a imitação consciente dos padrões europeus. [...] O qure temos realizado de mais perfeito como obra e como personalidade literária (um Gonçalves Dias, um Machado de Assis, um Joaquim Nabuco, um Mario de Andrade), representa os momentos de equilíbrio ideal entre as duas tendências.” cfr.Antonio Candido, “Literatura e cultura de 1900 a 1945”, Literatura e sociedade, São Paulo, Companhia Editora Nacional, 1973, págs. 109 - 110.

[2] Como dice Riley, en el amplio proceso de maduración de la novela como género literario, el Quijote significa un punto de intersección entre lo viejo y lo nuevo, entre el héroe elevado y aristocrático y el héroe de la novela moderna que tiene deseos pero que a la vez cuenta con innumerables limitaciones. Véase de E. C. Riley, “Whatever Happened to Heroes? Don Quixote and some Major European Novels of the Twentieth Century” in Cervantes and the Modernists - The Question of Influence. Ed. by E. Williamson. London/Madrid, Tamesis, 1994, pp. 73-84.

[3] Véase de Nicholas G. Round, “Towards a Typology of Quixotisms”in Cervantes and the Modernists - The Question of Influence, ed. Edwin Williamson, London, Tamesis, 1994, pp. 9-28.

[4] - Lima Barreto (1881-1922) nace en un momento de muchos cambios: “É o império a ruir dando lugar a uma República oligárquica, onde os esquemas sociais tradicionais se repetem, sem se verificar uma estrutura mais profunda no processo histórico da sociedade brasileira. Por outro lado, a República não havia significado a modernização, nem a democratização da sociedade nacional no Brasil, apesar do processo de industrialização que, com base na acumulação de capital originário da economia cafeeira, se esboçara, desde o último quartel do século XIX.” (Véase de Afonso Carlos Marques dos Santos, “Lima Barreto e as contradições sociais de seu tempo” en O Rio de Janeiro de Lima Barreto. Rio de Janeiro, Prefeitura da Cidade do Rio de Janeiro/Secretaria Municipal. de Educação e Cultura/Rioarte, 1983, Vol. 2, p.21.)

[5] - El tupí, como se sabe, es una de las lenguas de los pueblos indígenas que habitaban el país desde antes de la llegada de los portugueses.

[6] - Véase de Antonio Arnoni Prado, Lima Barreto: o crítico e a crise (São Paulo, Martins Fontes, 1989, pp. 3-23); véase también de Francisco de Assis Barbosa, A vida de Lima Barreto (Belo Horizonte, Itatiaia, São Paulo, EDUSP, 1988, 7ª ed.).

[7] - Policarpo Quaresma cuenta con un amigo - Ricardo Coração dos Outros - que hace las veces de Sancho Panza. Se trata de un músico que, así como él, tiene inspiraciones patrióticas y se dedica a la recuperación del folklore y de las canciones populares. Siendo negro y pobre, Ricardo está como marginado del sistema. También cuenta con dos personajes femeninos que, en alguna medida, equivalen a la sobrina y al ama: una hermana soltera que cuida la casa y no tiene mucha paciencia para soportar las ideas del hermano y una ahijada, capaz de comprender sus desvaríos.

[8]  Véase de Antônio Candido, “O homem dos avessos” in Tese e Antítese (São Paulo, Compania Editora Nacional, 1964) e de Cavalcanti Proença, “Alguns aspectos formais de Grande Sertão: Veredas”in Augusto dos Anjos e outros Ensaios (Rio de Janeiro, José Olympio Ed., 1959, pp. 151-241.)

[9] Dice Riobaldo: “Ser ruim sempre às vezes é custoso, carece de perversos exercícios de experiência. Mas com o tempo, todo o mundo envenenava o juízo. Eu tinha receio de que me achassem de coração mole, soubessem que eu não era feito para aquela influição, que tinha pena de toda cria de Jesus.” (João Guimarães Rosa. Grande Sertão:Veredas. Rio de Janeiro, José Olympio Ed., 1976, 11ª ed., p. 131.) Para mayores aclaraciones consultar de Walnice Nogueira Galvão, As formas do falso - um estudo sobre a ambiguidade no Grande Sertão: Veredas (São Paulo, Perspectiva, 1972) y también de Arthur Shaker, Pelo espaço do cangaceiro Jurubeba (São Paulo, Símbolo, 1979).

[10] Las ideas sobre la Revuelta del Formoso y especialmente sobre el relato de uno de los participantes en esta revuelta campesina se basan en el excelente ensayo de Janaina Amado, “O grande mentiroso: tradição, veracidade e imaginação em história social” que todavía no ha sido publicado. Sobre la revuelta en sí misma, véase de Sabastião Abreu, A guerrilha do Zé Porfirio (Brasília, Goethe, 1985), de Janaina Amado, “Eu quero ser uma pessoa: revolta camponesa e política no Brasil”(Resgarte nº 5, 1993, pp. 47-79) y de Maria Esperança Carneiro, A Revolta Camponesa de Formoso e Trombas (Goiania, Cegraf, 1981).

[11] Cuenta Janaína Amado que el Quijote no fue conocido solamente por los habitantes de este pueblo sino que circuló considerablemente por varias regiones de Goiás, desde el siglo XVIII, cuando llegaron los primeros hombres blancos atraídos por el oro. Se encuentra también en los anales de la región que registran correspondencia del Gobernador de 1744, en la que se hace referencia a la puesta en escena de una ópera en el pueblo de Pilar, basada en la historia de Don Quijote. Dice además: “Referências históricas esparsas, porém confiáveis, atestan a permanência em Goiás da narrativa do Quixote e, provavelmente, também do livro, ao longo do século XIX.” (p.7)