Las Ideas Medievales de Cristóbal Colón
en su Viaje a la India

 

Oscar de la Cruz Palma
Universitat Autònoma de Barcelona
E-Mail: ilfc9@cc.uab.es

 

La famosa Época de los Descubrimientos de los siglos XV-XVI sirvió para avanzar sensiblemente en el terreno tecnológico y cultural, desmitificando y corrigiendo muchos de los errores que se mantuvieron durante los largos siglos de la Edad Media. Sin embargo, los viejos prejuicios no desaparecieron inmediatamente. Cristóbal Colón llevó consigo en sus viajes, entre sus ilusiones de comercio y sus innovadoras teorías de navegación, muchos de estos prejuicios, algunos de los cuales desencadenaron una nueva mitología del Nuevo Mundo.

 

Como es sabido, Cristóbal Colón representa bien el modelo del hombre moderno. Como otros hombres de su época, el Almirante combina paradigmáticamente la mentalidad del científico, en cuanto cuestiona e investiga los conocimientos que posee, con la del hombre de negocios, en cuanto que precisa del sentido práctico para llevar a cabo su proyecto.

 

Los Cuadernos de Viajes(1) de Colón demuestran su avidez de lectura y cómo ha puesto sus conocimientos al servicio de su expedición hacia la India. Sin embargo, simultáneamente, Colón es víctima de una serie de interpretaciones que le ligan más con la tradición del pasado medieval que con la de los nuevos tiempos. La combinación, pues, de criterios que enjuician el conocimiento científico (y lo actualizan) con elementos míticos o erróneos según las lecturas de su formación da como resultado una curiosa mezcla de innovación y tradición que caracteriza a Cristóbal Colón(2).

 

Por la relevancia histórica de su "descubrimiento" (estamos de acuerdo en que más acertadamente habría que hablar de "encuentro"), la figura de Colón ha sido tan traída y llevada que de algún modo se ha convertido en una figura mítica. Algunas noticias que se saben a nivel popular sobre Colón son sencillamente falsas. Por ejemplo, el hecho de que Colón viajaba para demostrar la redondez de la Tierra(3) es una falacia que arranca de la biografía que escribió con tintes románticos Washington Irving(4) y que el cine ha difundido recientemente entre el público de forma generalizada.

 

Los Cuadernos de Viajes transparentan la formación de Colón, y así apreciamos nosotros que Colón lo redacta con espíritu crítico y moderno, casi humanístico(5). Aquí encontramos citados sus lecturas sobre ciencias naturales y geografía, libros de viajes y la Biblia. Entre los primeros destacan sus lecturas de Ptolomeo (en la versión latina de alguno de sus comentaristas), al que incluso corrige en alguna ocasión(6), y también la Historia natural de Plinio, citado muchas veces. Además de estos libros, que evidentemente eran ya clásicos en época de Colón, el almirante había leído con interes la Historia rerum ubique gestarum de Eneas Silvio Piccolomini (Papa Pío II) y la Imago mundi del cardenal Pierre d'Ailly (Petrus de Alliaco) -ambos autores del siglo XV-, como demuestran las casi 1800 notas que Colón hizo en los márgenes de sendos ejemplares(7). En cuanto a libros de viajes, la crónica de Marco Polo(8) debió de ser uno de los libros favoritos de Colón. Las notas de lectura que hizo en su ejemplar demuestran que Marco Polo es la fuente de la que sabe qué es lo que puede depararle su viaje a Oriente, qué es lo más caro y extraordinario para establecer negocios y cuáles son las zonas y vicisitudes de mayor peligro. Cuando fuera allá lo comprobaría...

 

Nada más poner el pie en tierra, el Almirante procura saber dónde se halla. En la descripción que hace de los primeros hombres que encuentra, Colón hace referencia precisamente al color de la piel:

 

Jueves, 12 de octubre de 1492: "Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una farto moça, y todos los que yo vi eran mançebos, que ninguno vide de edad de más de XXX años, muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras, (...) d'ellos son de color de los canarios, ni negros ni blancos..."(9)

 

El color de estos indígenas debió de ser para Colón uno de los primeros indicios para ubicarse(10), pues él debía saber por los comentarios de Ptolomeo que cuanto más al sur más negros son los habitantes(11). El hecho del color de la piel es como una prueba de que no se halla en el hemisferio sur. He aquí que sea casi la primera referencia que da de los mismos. Colón insiste hasta el final de su cuarto viaje en considerar que había llegado a la India, aunque a un lugar poco concurrido(12). En realidad, éstos debían ser taínos, que "para el lingüísta son pueblos de lengua arawak, emparentados con los indígenas de Venezuela"(13). En este primer contacto, se muestra claramente que los errores que comete Colón por pensar que se halla en Oriente (es decir, en la tierra del Gran Can, según sus lecturas de Marco Polo) se ahondan por los problemas de comunicación:

 

Martes, 30 de octubre de 1492: "Los indios que ivan en la caravela Pinta dixeron que detrás de aquel cabo avía un río y del río a Cuba avía cuatro jornadas; y dixo el capitán de la Pinta que entendía que esta Cuba era çiudad y que aquella tierra era firme muy grande, que va mucho al Norte, y qu'el rey de aquella tierra tenía guerra con el Gran Can, al cual ellos llamaban Cami, y a su tierra o ciudad, Faba y otros muchos nombres"(14)

Sin duda, la voz Cami que emplearon los indígenas -aquí quizás castellanizada- fue asociada por el almirante a la voz Gran Can. Teniendo en cuenta los problemas de comunicación con aquellos indios de lengua extraña y difícil, Colón fue víctima de más de un error de interpretación marcado por los prejuicios que disponía su mente o imaginación. Hay otro lugar no menos significativo:

 

Jueves, 1 de noviembre de 1492: "El Almirante no vido a alguno d'ellos oro, pero dize el Almirante que vido a uno d'ellos un pedaço de plata labrado colgado a la nariz, que tuvo por señal que en la tierra avía plata. Dixeron por señas que antes de tres días vernían muchos mercaderes de la tierra dentro a comprar de las cosas que allí llevan los cristianos y darían nuevas del rey de aquella tierra, el cual, según se pudo entender por las señas de davan, qu'estava de allí cuatro jornadas, porque ellos avían enbiado muchos por toda la tierra a le hazer saber el Almirante. 'Esta gente' dize el Almirante, (...) 'Toda la lengua también es una y todos amigos, y creo que sean todas esta islas, y que tengan guerra con el Gran Chan, a que ellos llaman Cavila y a la poblaçion Bafan. Y así andan también desnudos como los otros"(15)

 

Otro de los puntos más sorprendentes y curiosos de los Cuadernos de Viajes de Colón es cómo este almirante creía y temía el encuentro con personajes tan imposibles como los "Comehombres" y los "Hombres-perro". Viejos mitos que consiguen transpasar oportunamente el límite de la Edad Media. De nuevo las lecturas que Colón había hecho antes de su viaje surgen y se materializan en visiones plenamente justificadas. En sus Cuadernos leemos que ha encontrado "Comehombres":

 

Cuarto viaje: "[Reino de Dragoyam]... gallinas muy grandes y la pluma como lana vide hartas; leones, cierbos, corços y otro tanto y assí aves. Cuando yo andava por aquella mar en fatiga, en algunos se puso heregía que estávamos enfechizados, que oy día está en ello. Otra gente fallé, que comían hombres: la desformidad de su gesto lo dice..."(16)

 

Marco Polo le había avisado de este peligro. Aquí había leído:

 

"Cuando los habitantes de aquella región capturan a algún extranjero, si no pueden pagar rescate, lo matan y se lo comen"(17)

Y Colón había anotado en el márgen: "comen a los hombres".

 

En otro lugar, igualmente Marco Polo avisa:

 

"[Reino de Suguy] Son hombres cruelísimos sobremanera. Cuando matan en combate a un enemigo, beben su sangre y comen su sangre"(18)

Y Colón anota en el márgen: "comen carne humana".

 

Igualmente respecto a los Hombres-perro: algunas veces Colón se prevee de no caer en este peligro:

 

Domingo, 4 de noviembre de 1492: "El comandante de la Pinta dixo que avía hallado árboles de canela. Fue el Almirante luego allá y halló que no eran. Mostró el Almirante a unos indios de allí canela y pimienta, parez que de la que llevava de Castilla para muestra, y cognosciéronla, diz que, y dixeron por señas que cerca de allí avía mucho de aquello al camino del Sueste. Mostróles oro y perlas y respondieron ciertos viejos que en un lugar que llamaron Bohío avía infinito y que lo traían al cuello y a las orejas y a los braços y a las piernas, y también perlas. Endendió más, que dezían que avía naos grandes y mercaderías, y todo esto era al Sueste. Entendió también que lexos de allí avía hombres de un ojo y otros con hoçicos de perros que comían hombres, y que en tomando uno lo degollavan y le bevían la sengre y le cortavan su natura (...) Dize más el Almirante: 'Esta gente es muy mansa y muy temerosa, desnuda como tengo dicho, sin armas y sin ley"(19)

Y en otra ocasión:

 

Lunes, 26 de noviembre de 1492: "Toda la gente que hasta oy a hallado diz que tiene grandísimo temor de los de Caniba o Canima [sc. can], y dizen que biven en esta isla de Bohío, la cual debe de ser muy grande, según le pareçe, y cree que van a tomar a aquellos a sus tierras y casas, como sean muy cobardes y no saber de armas; y a esta causa le parece que aquellos indios que traía no suelen poblarse a la costa de la mar, por ser vezinos a esta tierra, los cuales diz que después que le vieron tomar la buelta d'esta tierra no podían hablar, temiendo que los avían de comer, y no les podía quitar el temor, y dezían que no tenían sino un ojo y la cara de perro; y creía el Almirante que mentían, y sentía el Almirante que devían de ser del señorío del Gran Can que los captibavan"(20)

 

En los relatos sobre viajes por las Indias Colón ha podido leer esta referencia a los hombres-lobo:

 

"Más allá [en la India] encontramos los bosques poblados por los enormes Cabezas de perro ('Cinocéfalos'), que trataban de atacarnos y huían ante los disparos de flechas"(21)

 

Y también las notas de su lectura de Marco Polo demuestran que Colón tiene noticias de "hombres-perro" en la India:

 

"En esta región [en el reino de Lambri] hay una cosa muy de maravillar: existen muchso hombres que tienen cola como los perros, de un palmo de longitud; estos hombres con rabo no habitan en las ciudades, sino en los montes. Hay también muchos unicornios y otros muchos animales a maravilla"(22)

 

Del mismo modo que teme a los hombres-perro, teme al unicornio, animal muy "conocido" en la Edad Media, del que Colón también tenía noticias y al que temía como a un verdadero monstruo salvaje. El almirante tuvo noticias de éste por Plinio(23), aunque es probable que no únicamente, ya que la fama de este bicho fue difundida incluso por los relatos hagiográficos, como atestigua, por ejemplo, la Vida de Barlaam y Josafat(24), donde se incluyó el cuento subtitulado "El hombre y el Unicornio" originario de una antigua tradición oriental. Pero también una vez más Marco Polo le había avisado del peligro:

 

"Después se encuentra la provincia de Mien, que confina con la India al mediodía, a través de la cual se va durante xv jornadas por lugares salvajes y boscosos donde abundan los elefantes, unicornios y otras fieras salvajes sin cuento; y no hay allí ningún poblado"(25)

Y

"El reino de Bosman tiene lengua propia. Los hombres son muy bestiales; dicen que están sometidos al Gran Kan, pero no le rinden tributo. Sin embargo, alguna vez le envían joyas de animales salvajes. Hay allí unicornios muy grandes, que son poco menores que elefantes. El unicornio tiene pelo de búfalo, cara parecida a la del elefante y cabeza como el jabalí, que siempre lleva inclinada hacia el suelo; hace su cubil con preferencia en lodazales y es animal muy sucio. En medio de su frente sobresale un único cuerno, muy grueso y negro; tiene la lengua espinosa, erizada de grandes y gruesas púas, con las que causa muchas heridas a hombres y animales"(26)

 

Aunque en sus notas Colón demuestra tener conocimiento del unicornio, este animal, sin embargo, no se le aparece a la vista en su viaje a la India. Fue precisamente en la época de Colón cuando la existencia del unicornio comenzó a ser seriamente puesta en tela de juicio, hasta que poco a poco cayó en el descrédito uno de los mitos medievales más famosos. Entre octubre y diciembre de 1991 se podía visitar en Salamanca una exposición titulada "El siglo de Fray Luis de León. Salamanca y el Renacimiento"(27) en la cual se aclaraba que un cuerno largo, afilado y en forma de espiral (hueso, 173x5,5cm.) era un diente de narval, un cetáceo de los Mares del Norte. Hasta que la nueva tecnología de los siglos XV-XVI no hizo más o menos habituales los viajes marinos por el Atlántico no pudo comprobarse que el cuerno que poseían afamadas farmacias o príncipes afortunados no era tal, sino el diente de un narval. El catálogo de la exposición comenta: "[al diente de narval] se le atribuyeron, hasta el siglo XVII, propiedades sobrenaturales y se utilizó para tratar las enfermedades más dispares; al concerse su origen perdió su alta reputación". ¿Cómo no iban a creerse la existencia del unicornio aquellos hombres si incluso había quien poseía su cuerno? Es fácil encontrar en la literatura medieval la fascinación que produce ver un unicornio, para lo cual se requerían condiciones especiales. No todo el mundo, pues, tenía la suerte de poder contemplarlos.

 

En realidad, la Edad Media estaba llena de animales fantásticos. Los bestiarios, con recopilaciones de ilustraciones y noticias sobre animales tales, mantuvieron la realidad de semejante ficción, seguramente hasta el final de la Edad Media, es decir, de nuevo hasta que los avances técnicos permitieron una mayor permeabilidad a las cercanas pero desconocidas y míticas tierras de África y Asia. Poco a poco, los bestiarios pasaban a ser solamente catálogos de animales fantásticos, cuando antes eran libros que compartían su autoridad con los tratados de ciencias naturales"(28).

 

Mas no sólo le "engañaron" sus lecturas sobre geografía y ciencias naturales. Además Colón cree haber llegado al Paraíso que describe la Biblia, uno de los temas más recurrentes entre sus Cuadernos de Viajes y también mejor estudiados(29). Nada más llegar ya tiene la impresión de que es aquel un lugar paradisiaco:

 

12 de octubre de 1492: "Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras"(30)

Las referencias al Paraíso son continuas en los Cuadernos, y en ocasiones sospechamos que Colón se cree en este lugar:

 

Tercer Viaje: "Grandes indiçios son estos del Paraíso Terrenal, proqu'el sitio es conforme a la opinión d'estos sanctos e sacros theólogos. Y asimismo las señales son muy conformes, que yo jamás leí ni oí que tanta cantidad de agua dulçe fuese así adentro e vezina con la salda; y en ello ayuda asimismo la suavíssima temperançia. Y si de allí del Paraíso no sale, pareçe aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan fondo"(31)

 

Sin embargo, por mucho que se quiera decir, Colón no llegó a creer firmemente que aquellas tierras que pisaba fueran literalmente el Paraíso bíblico:

 

Tercer Viaje: "Ya dixe lo que yo hallava d'este hemisperio y de la hechura, y creo que si yo passara por debaxo de la linea equinoçial, que en llegando allí en esto más alto, que fallara muy mayor temperançia y diversidad en las estrellas y en las aguas, no porque yo crea que allí, adonde es el altura del estremo, sea navegable, ni <a>gua, ni que se pueda subir allá; porque creo que allí es el Paraíso terrenal, adonde no puede llegar nadie salvo por voluntad divina"(32)

Esta descripción, junto con otras muchas entre sus Cuadernos, coinciden con la descripción de la Biblia en el Génesis (especialmente, 2, 9-13). Como él mismo dice, las autoridades más notables han localizado el Paraíso en Oriente(33); pero también lo sabe por las descripciones de Marco Polo, quien había sabido de la India como de un Paraíso. Según vamos viendo aquí, es probable que Colón utilizara el tema de la ubicación del Paraíso como otro de los argumentos para localizar su expedición en el camino correcto, ya que tradicionalmente se pensaba en la India. Sin embargo, estos argumentos fueron desarrollados largamente por los cronistas posteriores, hasta el punto que dieron lugar a otros nuevos "mitos del descubrimiento", como el Dorado, con el que el Paraíso está estrechamente relacionado(34), y las Amazonas, a las que Bernardo de Balbuena llegó a poder "contemplar":

 

"Llegaron a tierra donde no vieron hombres, sino muchas mujeres, que los indios llaman Cuña Atenare, que quiere decir 'mugeres varoniles', y los christianos Amazonas. Estas tienen las tetas derechas chicas como los hombres con artificio, de modo que no crecen, para fijar las flechas, y las esquierdas largas como otras mugeres. Están armadas como los indios. Su reina se llama Cuña Muchú, que quiere decir 'muger' o 'señora grande', estava entonces en una isla del río"(35)

 

Cuando finalmente se toma conciencia de que la tierra hallada por Cristóbal Colón es un Nuevo Mundo, las plumas de los eruditos corren para justificar que ni las Escrituras, ni los sabios clásicos ni los teólogos padres de la Iglesia estaban confundidos en sus afirmaciones. José de Acosta (1540-1600) tituló significativamente alguno de los capítulos de su Historia natural y moral de las Indias: "Del motivo que tuvo san Agustín para negar los antípodes" (cap.VIII); "De la opinión que tuvo Aristóteles carca del Nuevo Mundo, y qué es lo que le engañó para negarle" (cap.IX); "Que se halla en los antiguos alguna noticia de este Nuevo Mundo" (cap.XI); etc. Por lo tanto, de los errores se derivaron otros errores que enmendaban los primeros.


(1). Consuelo Varela (ed.), Cristóbal Colón. Los cuatro viajes. Testamento, Madrid, 1986. Luis Arranz Márquez (ed.), Cristóbal Colón. Diario de a bordo, Madrid, 1991. Nosotros citaremos la crónica de Colón como Cuadernos de Viajes.

(2). Luis Arranz, op.cit., introd.p.50 es más explícito: "¿Cómo es posible -se preguntaban muchos- que un hombre que pasa por símbolo adelantado de los nuevos tiempos caiga en semejantes fantasías y se le desborde la imaginación de esta manera?". Da dos respuestas combinadas: "La primera es que en el plano religioso y cultural estamos ante un hombre medieval, con la imaginación, credulidad e ignorancia típicas del Medievo. La segunda observación (...) es el mecanismo profético que lo embarga (...) Con estas credenciales se siente autorizado a disputar con sabios y filósofos, a rectificar a astrónomos y astrólogos, a completar lo que han dicho santos doctores y sacros teólogos (...)".

(3). W.Irving, Vida del Almirante don Cristóbal Colón, Madrid, 1990; II, III "Proposiciones de Colón a la Corte de Castilla" y IV "Colón ante el Consejo de Salamanca".

(4). Owen Gingerich, "La astronomía en tiempo de Colón", en Investigación y Ciencia, 196 (1993), pp.6-11.

(5). El espíritu libresco de Colón es heredado por su hijo, Hernando de Colón, cuyo famoso amor por los libros le llevó a poseer más de 15.000 ejemplares, hoy día como la Biblioteca Colombiana. Cf. Luis Arranz (ed.), Hernado Colón. Historia del Almirante, Madrid, 1984.

(6). "Yo siempre leí qu'el mundo, tierra e agua era espérico e<n> las auctoridades y esperiençias que Ptolomeo y todos los otros qu'escrivieron d'este sitio davan e amostraban para ello, así por ecclipses de la luna y otras demostraçiones (...) Agora vi tanta disformidad como ya dixe; y por esto me puse esto del mundo, y fallé que allí donde tiene el peçón que allí tiene más alto, o como quien tiene una pelota muy redonda y en un lugar d'ella fuesse como una teta de muger allí puesta (...)" (ed. C.Varela, p.238).

(7). L. Arranz (1991), introd. p.42.

(8). Juan Gil (ed.), El libro de Marco Polo anotado por Cristóbal Colón, Madrid, 1987.

(9). C.Colón, Cuadernos... (C.Varela, p.62).

(10). Gaetano Ferro, "Tierra redonda, pero tripartita", en Investigación y Ciencia, 191 (1992), pp.46-48, explica que Colón no podía sospechar que hubiera llegado a un nuevo continente, ya que los tratados geográficos hasta el momento repartían el globo en tres continentes. Sus sospechas no le llevaron a la conclusión de un nuevo continente: "Habló entonces de 'Outro Mundo', de una tierra firme fuera como fuese, que debía hallarse necesariamente hacia el sur, independientemente de los demás continentes. De todos modos, aunque sólo fuese para no chocar de lleno con los sagrados principios de la cosmografía y de geografía tradicionales y no echarlos abajo, Colón no profundizó en este tema que, por lo demás, tampoco le interesaba demasiado" (p.46).

(11). Cf. por ejemplo, el capítulo sobre los climas en las obras de Ptolomeo. Podemos recomendar, por ejemplo, la edición siguiente: Romero Campani (ed.), Alfargano. 'Libro dell'aggregazione delle stelle', Florencia, 1910.

(12). De no ser lugares nuevos él no hubiera podido "tomar posesión", según marcaba el contrato con los Reyes Católicos. Cf. el Testamento y Concilio de Colón ed. por C.Varela, op.cit. pp.297-303. Quizás por esta razón, claramente interesada, no estuviese demasiado interesado por saber dónde se hallaba con total exactitud y se permite poner nombres a las tierra que va "descubriendo" (cf.nota 10).

(13). Francisco Fedele, "Descubrimiento de América. Los primeros pasos", en Investigación y Ciencia. 191 (1992), pp.36-39.

(14). C.Colón, Cuadernos... (ed. C.Varela, p.85).

(15). C. Colón, Cuadernos... (ed. Consuelo Varela, p.86-87).

(16). C. Colón, Cuadernos... (ed. C. Varela, p.291).

(17). M. Polo (ed. J.Gil, p.141).

(18). M. Polo (ed. J. Gil, p.127).

(19). C. Colón, Cuadernos... (ed. C.Varela, p.89).

(20). C. Colón, Cuadernos... (ed. C.Varela, p.107).

(21). Carlos García Gual (ed.), Carta de Alejandro de Macendonia a su maestro Aristóteles acerca de su expedición y el país de la India, en Pseudo-Calístenes. Vida hazañas de Alejandro de Macedonia, Madrid, 1988, p.241.

(22). M. Polo (ed. J.Gil, p.141), en cuyo márgen ha anotado Colón: "hombres con cola" y "unicornios".

(23). Plinio en Hist.Nat. VIII, 72; 76; XI, 255.

(24). Ver Santiago de Vorágine, La leyenda dorada, vol. II, Madrid, 1982, p.795.

(25). M. Polo (ed. J.Gil, p.109). Colón anota en el márgen: "elefantes. unicornios".

(26). M. Polo (ed. J. Gil, p.139). En el márgen: "unicornios".

(27). Ver el catálogo publicado por el Ministerio de Cultura, Madrid, 1991.

(28). Willene B. Clark-Meredith T. McMunn (eds.), Beasts and birds of the Middle Ages. The bestiary and its legacy, Univ. of Pennsylvania Press, Philadelphia, 1989; Wilma George-Brunsdon Yapp, The naming of the beasts: natural history in the medieval bestiary, Duckworth, Londres, 1991; Willene B.Clark (ed.), The medieval book of birds. Hugh of Fuoilloy's Aviarium, State Univ. of New York, Binghamton, 1992.

(29). Ver Luis Arranz, op.cit. 1991, pp.51-54.

(30). C. Colón, Cuadernos... (ed. C.Varela, p.61).

(31). C. Colón, Cuadernos... (ed. C.Varela, p.242).

(32). C. Colón, Cuadernos... (ed. C.Varela, p.242).

(33). C. Colón, Cuadernos... (ed. C.Varela, p.242): "Sant Isid<o>ro y Beda y Strabo y el Maestro de la Historia Scolastica y Sant Ambrosio y Scoto y todos los sacros theólogos conçiertan qu'el Paraíso Terrenal es en el Oriente, etc."

(34). Juan Gil, Mitos y utopías del Descubrimiento. El Dorado., vol. III, Madrid, 1989.

(35). Traído de J.Gil, op.cit. 1989, p.233.