Teoría y Práctica de la Traducción Literaria

 

Ana Ramos Calvo
Universidad Autónoma de Madrid
ana.ramos@uam.es

 

Secularmente se han venido traduciendo textos de unas lenguas a otras de una manera empírica, artesanal. Esto no quiere decir que no se haya reflexionado y teorizado sobre el arte de la traducción, ni que los grandes traductores de la historia hayan dejado de proponer sus teorías. Por poner un ejemplo, al-Djahiz, en un capítulo de su Kitab al-Hayawan, dedicado a la Historia de la Poesía, destaca el valor de la traducción en sí misma, así como de las condiciones que debe tener un buen trujamán, esto es, su amplio conocimiento de las lenguas de origen y de llegada, su identificación con el autor, su especialización en el tema sobre el que versa el texto original, su método y los secretos de sus limitaciones. Con todo ello, el gran autor abbasí forma un cuerpo teórico.(1)

 

Sin embargo, ha sido muy recientemente cuando los lingüistas se han ocupado de la traducción, elevándola a categoría científica, al pasar a constituir una rama de la lingüística aplicada, que trata de explicar cómo ha sido elaborado un producto, independientemente de éste. Nace así la Traductología, destinada a formar al profesional mediante la aplicación de la experiencia acumulada, junto a la reflexión del investigador. Las teorías sobre la traducción, que fueron en un principio emitidas por estructuralistas y generacionistas, han sido apoyadas más recientemente con la contemplación de aspectos psicolingüísticos.

 

El propósito de estas páginas es, a la luz de las teorías emitidas por los lingüistas, aportar mis propias reflexiones sobre problemas que, con variable éxito, me he visto obligada a resolver al enfrentarme a textos árabes y tratarlos de verter a mi propia lengua, ya para darlos a conocer a posibles lectores interesados, ya como base de mis trabajos de investigación o ya, y esto de una manera cotidiana, como apoyo pedagógico de mi actividad docente. Es decir, trataré de incrementar, siquiera sea levemente, la casuística en la que estas teorías se apoyan.

 

La traducción literaria es el campo al que se limita mi experiencia, atendiendo principalmente a textos en prosa, ya sean relacionados con la literatura imaginativa seria o bien con el pensamiento, con pequeñas incursiones al mundo del teatro, cuya problemática se ve incrementada con la inherente a la interpretación.

 

El traductor literario, además de enfrentarse a las dificultades que presenta toda traducción, ha de atender a la belleza del texto, a su estilo y sus marcas (lexicales, gramaticales o fonológicas), teniendo en cuenta que las marcas estilísticas en una lengua, pueden no serlo en otra. Es el caso del uso del Ud., inexistente en árabe y que puede resultar fundamental en la traducción, así como el de acertar con la expresión de ciertas marcas de respeto o de cariño (ya `ayni, por poner un ejemplo). Se ha de procurar, pues, que la calidad de la traducción sea equivalente a la del texto original, sin desatender por ello a la integridad de su contenido. De estos y otros problemas trataremos aquí(2).

 

Posibilidad de la traducción

 

La primera cuestión a la que deben enfrentarse los teóricos es a la de la posibilidad de traducir. Para algunos, en nombre de la lingüística, es teóricamente imposible(3). Sin embargo, es una realidad social que las traducciones existen. La cuestión es el grado de satisfacción que el traductor alcanza con su trabajo. Pero ¿qué es traducir?. Entre las muchas definiciones establecidas me parece particularmente aceptable la propuesta por Catford: “ La traducción es la sustitución del material textual de una lengua por material textual equivalente de otra”(4), definición que nos lleva necesariamente a reflexionar sobre un término clave, equivalencia.

 

Para un traductor el problema fundamental será el de buscar equivalentes que produzcan en el lector de la traducción el mismo efecto que el autor pretendía causar en el lector a quien iba dirigido el texto original. Ello le obliga a contemplar el texto, siempre desde el punto de vista de la traducción literaria, como la base de una continua “negociación” con el autor, para que el lenguaje del nuevo texto presente valores equivalentes a los del lenguaje original, sin olvidar ni su fuerza, ni sus elementos dinámicos, ni su calidad estética. Generalmente se acepta que no se traducen significados, sino mensajes, por lo que el texto deberá ser contemplado en su totalidad.

 

Situándonos concretamente en el campo de la traducción literaria del árabe al español, el primer obstáculo que sale al paso del traductor se deriva del hecho de que ambas lenguas son vehículos de expresión de dos mundos reales muy diferentes entre sí, tanto en lo que se refiere a la visión de la realidad, como en lo que respecta al tipo de desarrollo científico o tecnológico. Por ello, la búsqueda de equivalencias resulta más compleja y los obstáculos más insalvables que cuando el texto original se concibe en el mismo ámbito sociocultural que el del texto de llegada.

 

Muchos de estos obstáculos, a veces realmente imposibles de salvar, han puesto límites a mis traducciones, obligándome en no pocas ocasiones a “negociar” con varios autores árabes, pertenecientes a diferentes sociedades y a distintas épocas. Paso a comentar algunos de ellos.

 

A) Límites de carácter interlingüístico

1.Equivalencias lexicales

 

Cuando las lenguas de origen y de llegada pertenecen a ámbitos culturales diferentes, el primer problema al que habitualmente debe enfrentarse el traductor es el de encontrar en su propia lengua términos que expresen con el mayor grado de fidelidad posible el significado de algunas palabras, por ejemplo, aquellas relacionadas con tejidos típicos, especialidades culinarias u oficios, propios de la cultura en la que se hallan tanto el autor como los lectores a quienes va dirigido el texto original.

 

La Tuhfat al-albab, libro de viajes de carácter geográfico, escrito por un viajero granadino, que vivió entre los ss. XII y XIII de nuestra era(5),proporciona un buen número de este tipo de ejemplos cuando describe las peculiaridades botánicas, minerales, artesanales o culinarias de los diferentes países que menciona. Si algunos términos no son difíciles de identificar (dibadj de Bizancio por raso harir de China por seda) hay otros cuya correspondencia exacta en nuestro idioma es imposible, como por ejemplo, muql (una variedad de dátil de un cierto tipo de palmera silvestre), siqlatun ,munayyar, mulham o jazz (todos ellos tejidos de urdidumbre muy peculiar , característicos de Bagdad, al-Rayy, Merw y Susa respectivamente). En el texto original ese último tejido (al-jazz), por ser ampliamente conocido en el medio socio-cultural del autor como peculiar de Marruecos, evita a éste especificar que Susa es la ciudad marroquí y no su homónima persa.

 

Algunos oficios locales, propios de una determinada cultura, son asimismo difícilmente reflejados por un equivalente español. Es más, a veces ni siquiera a un lector arabófono, pero no nativo de la región en cuestión, le es fácil identificarlo. Es el caso, por ejemplo, de esas mujeres, a las que en el norte de Siria llaman gashashat(6), que siguen a las cuadrillas de segadores y a las que el narrador sirio `Abd al-Salªm al-`Udjayli incluye en el grupo de los “al-dadjdjalin” (charlatanes y curanderos) y a las que el propio autor, consciente de que es un término peculiar de una determinada región, opta por describir, dando un rodeo, explicando a sus lectores que su especialidad consiste en “extraer la enfermedad del ojo”, pasando la lengua por el interior del mismo, cuando se ha introducido en él un cuerpo extraño(7). El mismo autor utiliza en uno de sus ensayos(8), el término mulla, que él mismo explica en el texto (evitando intervenir a su traductor), diciendo: “esto es, uno de esos maestros religiosos, que son los que en el desierto se encargan de enseñar a los niños”.

 

La búsqueda de equivalentes lexicales es particularmente difícil, a veces incluso imposible, cuando afectan a aspectos sociales, jurídicos o religiosos. En Barg el-Lil(9), pequeña novela histórica del tunecino Bashir Jrayyef, el protagonista, que da nombre a la novela, es un joven esclavo negro, que vaga por las calles de la medina, tras huir de su amo, un alquimista a quien ha destrozado el laboratorio. En su deambular por las calles de la ciudad se topa con una anciana que le propone, a cambio de cierta cantidad de dinero, que actúe como “tayyas en cierto asunto de divorcio. ¿Cómo traducir este término? Se trata de una palabra que en el habla coloquial tunecina denota cierto matiz peyorativo. Para el lector de origen, es decir el lector árabe educado en un ambiente familiarizado con el Islam, aún en el caso de no conocer el vocablo vulgar, la trama argumental le daría la clave, ya que corresponde al término clásico muhallil, que designa a la figura religioso-jurídica (Corán II,230) mediante cuya intervención un matrimonio disuelto por triple repudio puede reanudar su vida en común, mediante un nuevo contrato matrimonial (radj`a). Sin embargo el lector de la traducción española se puede encontrar desorientado, si el traductor no interviene de algún modo.

 

2. Ambigüedades intencionadas.

 

Entre los límites de carácter interlingüístico se encuentran los juegos de palabras, destinados a producir ambigüedad y a los que tanto teme el traductor. Los títulos de relatos y novelas proporcionan abundantes ejemplos de estas ambigüedades intencionadas, de difícil y, a veces, incluso imposible traducción. Veamos algunos a continuación.

 

Al-`Udjayli, el autor sirio ya mencionado, tituló su primera novela, Basima bayna-l-dumu`(10), buscando el contraste entre el nombre propio de la protagonista, que en árabe sugiere la idea de sonreír, con las lágrimas que la misma derrama a lo largo de toda la narración. De hecho, la contradicción expresada en el título condicionó el desarrollo de la trama narrativa, ya que el autor confiesa haber improvisado la acción, en la que siempre jugaba con el contraste de sonrisa y llanto, a medida que se iban publicando sus capítulos por entregas durante el verano de 1957 en la revista al-Ahad . La traducción al español se presenta problemática, ya que si optamos por Básima llora, por ejemplo, la reproducción del título sería correcta, pero se perdería el contraste ideado por el autor . Aquí, la traducción al castellano solamente pone en peligro el juego de palabras buscado por el autor en el título, sin embargo, el problema se acrecienta cuando la ambigüedad juega un papel esencial en el desarrollo de la acción. Es el caso de una novela del autor tunecino `Abd al-Madjid `Atiya, que lleva por título Jattu-ka radi’(11). Según he podido comprobar, ésta es una expresión de uso común, al menos en Túnez, cuyo significado depende del contexto en que se produzca, ya que lo mismo puede significar “tienes mala letra”, refiriéndose a la caligrafía del interlocutor, que “tu línea telefónica está averiada”, en el caso de una dificultosa conversación telefónica por cruce de líneas, interferencias etc...

 

 

El diseñador de la portada del libro, como podemos ver en la imagen, supo sugerir con gran acierto la ambivalencia de la expresión, al escribir el título con trazo grueso, que sugiere un cable con una rotura en el trazo de las letras, salpicando la lámina con gruesos borrones de tinta y dibujando en la parte superior un pabellón auditivo de grandes proporciones. Al propio lector árabe le resultará imposible conocer cual de los dos sentidos de la frase guarda relación con el contenido, hasta no haber leído la novela. Por su parte, el traductor se encuentra perplejo ante la dificultad de encontrar un equivalente que refleje la intención del autor, pero sus tribulaciones aumentan cuando en el curso del relato se encuentra con la siguiente conversación entre un ejecutivo que trata de comunicarse telefónicamente con el exterior a través de una centralita y la operadora encargada de la misma:

 

-Aquí la operadora nº 15 ¿qué desea, por favor?

-Quiero hablar con el exterior ¿está libre la línea?

-Bien, aguarde un momento

Pasados unos instantes, y tras dejarse oír unos ruidos en el auricular, la telefonista dice:

- Jattu-ka radi’

Evidentemente aquí con el significado de “la línea está mal”. El protagonista, con clara intención de bromear con la muchacha, replica aparentemente ofendido:

-¿Jatti radi’? ¿Acaso la has visto o leído para juzgar que es mala?

Sin duda ahora con el sentido de “¿mi letra es mala?”. La operadora, sin embargo no entiende el cambio de significado, puesto que dice:

-¿Perdón?.

A lo que el ejecutivo, con intención de confundir a la joven y de seguir charlando con ella, contesta:

-Jatti (mi letra) es muy bonita, aunque no tanto como tu voz...

La solución en este caso se presenta muy difícil para el traductor, quien habrá de intervenir de algún modo, como veremos más adelante.

Se puede presentar el caso de que la traducción literal o casi literal sea más oportuna que la búsqueda de una equivalencia. Veamos un ejemplo.

 

Al-`Udjayli, titula el ensayo, arriba mencionado (v.nota 8) Alif....Ba’...Ta’..., cuyo equivalente castellano sería A...B..C..., sin embargo, no resulta tan sencillo optar en este caso por la equivalencia. El texto reproduce un diálogo entre dos personajes, árabe uno, europeo el otro. El árabe expone sus ideas políticas valiéndose de un relato en el que un maestro ambulante se empeña en que un muchacho beduíno aprenda a leer, haciéndole repetir la letra Alif. Consciente el árabe del texto de que su interlocutor europeo no conoce el significado de esta voz, le explica: “esto es, la primera letra del alfabeto árabe”(con lo que el traductor no necesita intervenir). Aún admitiendo que se pudiera sustituir el título árabe por un equivalente, en el curso de la acción sería de todo punto improcedente, ya que resultaría ilógico para el lector español que se obligara tan insistentemente a un niño beduíno árabe a repetir la letra castellana “A”.

continua


(1). Al-Djahiz, Kitab al-Hayawan,El Cairo, al-Halabi,1965-69 , vol.I p.75

(2). Para reflexionar sobre mi propia experiencia y proponer algunos ejemplos me ha sido de gran utilidad la obra de S.Peña y M.J.Hernández Guerrero, Traductología, Málaga,1994, cuyo esquema me ha servido de base para redactar algunos de los temas tratados.

(3). Véase Mounin,G.,Los problemas teóricos de la traducción, Madrid,1977

(4). Catford,J.C., A Linguistic Theory of Translation, Edimburgo,1965,trad.1970. Sobre distintas definiciones para la traducción, v. S.Peña, op.cit.,pp.24-26

(5). Abu Hamid al-Garnati, Tuhfat al-albab,presentación, traducción, notas e índices por A.Ramos, Madrid,1990

(6). Oficio descrito por S.Antaki y F.Sanagustin en su trabajo “Contribution à l’étude de l’ophtalmologie traditionelle en Syrie du Nord”, en Arabica,XXXVI,1989,p.371 y nota 6.

(7). En el relato titulado “Wa al-dadjdjalun dardjat”, incluído en la colección `Iyada fi-l-rif, para su traducción v. A.Ramos, Relatos de un nómada mediterráneo, Madrid,1998,pp.131-137

(8). “ Alif...Ba’...Ta’... en la colección, Idfa´bi-l-lati hiya ahsan, para la traducción v., A.Ramos Relatos..op.cit. p.p.93-99.

(9). Bashir Jrayyef, Barg el-Lil, trad. Ana Ramos, Madrid,1982

(10). Se publicó en forma de libro en Beirut, 1959.

(11). Túnez,1978