Memoria y Educación

Luiz Jean Lauand
(Professor Titular da
Fac. Educação da USP e do
DLO-FFLCHUSP)


¡El hombre es un ser que se olvida!(1)

Si a la milenar tradición de pensamiento le preguntásemos por los fundamentos filosóficos de la educación, los antiguos nos darían esta sentencia -tan simple- para meditar:

"El hombre es un ser que se olvida".

En Occidente, desde los griegos (de Hesíodo a Aristóteles, de Safo a Platón), se encuentra constantemente el extraordinario papel que juega la memória -a veces personificada en Mnemosyne- en la educación.

En esa tradición sobresale -500 años antes de Cristo- el poeta griego Píndaro. Su Himno a Zeus -un poema que es, a la vez, todo un tratado de educación- parece(2) presentar todas las características de una de las mayores obras maestras de todos los tiempos.

La escena que presenta Píndaro es clara: Zeus decide intervenir en el caos y, entonces, toda la confusión y deformidad se van tornando harmonía y orden: kosmos.

Y cuando, finalmente, el mundo alcanza su estado de perfección (estrenando la tierra, los ríos, los animales, el hombre...), Zeus ofrece un banquete para enseñar a los demás dioses -atónitos ante tanta belleza- su creación...

Pero, para sorpresa de los demás invitados, uno de los inmortales pide la palabra e indica a Zeus un grave e insospechado defecto: que en ese cósmos faltan criaturas que alaben y que reconozcan la grandeza divina del mundo..., pues el hombre es un ser que se olvida.

El hombre, que recibió de la divinidad la llama del espiritu; el hombre, está, después de todo, mal hecho, mal acabado: él tiende a la insensibilidad, a no darse cuenta... ¡a olvidarse!

Es con base en ese hecho -en ese trágico hecho de nuestra condición ontológica (el mismo, hoy día, olvidado...)- que se edifica toda la pedagogía de Occidente.

Las musas (hijas de Mnemosyne), las artes, aparecen como el primer intento de Zeus para arreglar las cosas: la divinidad se las regala al hombre como compañeras, para ayudarle a que se acuerde...

Precisamente por eso los grandes pensadores de la tradición occidental consideraban también a los descubrimientos filosóficos, no como un encontrarse con algo nuevo o raro, pero, sino precisamente, descubrimientos: traer a la luz algo ya visto, ya sabido, pero que, por esa entrópica tendencia al olvido, no permaneció en la conciencia.

De ahí que la misión profunda del educar no sea la de presentar algo nuevo, sino la de recuperar algo ya experimentado y sabido que, sin embargo, permanecía inaccesible: precisamente lo que se expressa con la palavra recordar.

Ciertamente, reconocer el carácter olvidadizo del hombre no significa afirmar que él se olvide de todo, sino sobre todo -y esto es una comprobación empírica- de lo esencial. Pues, de hecho, el hombre sí se acuerda de muchísimas cosas: él, "criatura trivial" (Guimarães Rosa), no se olvida de sus ingresos en su cuenta de ahorros, no se olvida de comprar la revista que le gusta, del juego de su equipo ni de tantas pequeñas realidades que componen nuestra vida cotidiana. Pero sí se olvida de la sabiduría del corazón, del carácter sagrado del mundo y del ser humano...

Si, en Occidente, el olvido es una nota esencial de la caracterización del hombre por parte de la antropología; en Oriente esa consideración es todavía mas radical.

En la lengua árabe, desde siempre, la misma palabra que designa el ser humano es Insan. La sorprendente profundidad de ese vocábulo se torna patente cuando volvemos nuestra atención para su significado literal: Insan - que deriva del verbo nassa/yansa, olvidar- significa aquél que se olvida.

Esa aguda intuición oriental -que designa el hombre por Insan / el olvidador- se ve confirmada por el hecho mismo de que aún el hablante árabe, en su cotidiano, no se da cuenta de esta etimología. De ahí la sentencia proverbial:

Wa ma sumya al-insan insanan illa linissyanihi

("El Insan, ser humano -el olvidador- ha sido llamado Insan porque olvida").

Naturalmente, en la formulación original, se encuentra un delicioso juego de palabras, algo así como se dijésemos en castellano:

"Se dice 'enhorabuena' porque se trata de hora buena".

Así, no sorprende que, en el Corán (20, 50-52), Dios se presente -en contraste con el hombre- como "Aquél que no se olvida". Y algo semejante se lee en la Bíblia, cuando, por ejemplo, por medio del profeta, el mismo Dios dice: "-¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido" (Is 49,15).

Esa tesis antropológica -la de que el hombre es esencialmente olvidadizo- es, en el fondo, muy familiar para nosotros (a pesar de que ella misma está olvidada). Y casi no nos hace falta leer a los grandes filósofos para comprobarla: es suficientemente ejemplar una canción popular, cuyo éxito, aún recientemente, recorrió todo el mundo.

Trátase de Unforgettable de Irving Gordon, que - en la interpretación de Nathalie y Nat King Cole - fué la gran vencedora del prémio Grammy.

Unforgettable (Irving Gordon, 1951)

Unforgettable, that's what you are

Unforgettable, though near or far

Like a song of love that clings to me

How the thought of you does things to me

Never before has someone been more

Unforgettable, in every way

And for ever more that's how you'll stay

That's why, darling, it's incredible

That someone so unforgettable

Thinks that I am unforgettable too...

En esta canción, tras afirmar categoricamente lo inolvidable, lo que se presume inolvidable (Unforgettable, though near or far... Unforgettable, in every way etc.), el poeta se traiciona y -por medio de dos construcciones adverbiales- termina por reconocer la debilidad y los límites humanos.

Trátase de los versos en que se habla de more unforgettable y so unforgettable, afirmando el carácter relativo de nuestros recuerdos, que admiten grados, admiten más y menos, y, por tanto, al fin de cuentas, no son absolutos.

Sólo a partir de esa conciencia de que el hombre es olvidadizo, se puede edificar, decíamos, una educación digna de su nombre.

En esa línea, los antiguos han desarrollado una pedagogía -hoy olvidada e incomprendida-, la pedagogía del dhikr, la pedagogía del recuerdo, la pedagogía fundada en la sabiduría del pueblo, en los proverbios, en la memoria, en los gestos, en la fiesta...

Consideremos la misma fiesta que estamos, en este preciso momento, viviendo.

¿Qué hacemos nosotros aquí, hoy?

¿Qué, si no enmarcar de modo festivo y solemne, grabar en la memoria, "conmemorar"...?

Una comemoración que busca recoger todos los recuerdos de esos años de estudio y de convivencia -las alegrías, los sacrifícios (que, ahora, se vuelven también alegrías...), la formación recibida...- y grabarlos, de modo indeleble, en el corazón...

Cabe aqui, una nota sobre el lenguaje. En diversas lenguas, el memorizar se asocia no ya (o no sólo...) a un proceso intelectual, sino al corazón: saber de memoria es, en inglés, by heart; en francés, par coeur; y olvidarse de alguien, en italiano, es scordarsi, echar del corazón...

Recordamos -sabemos de cor, se dice en portugués- lo que traemos en el corazón.

Tomás de Aquino, el gran pensador de Occidente, expone con agudeza la razón última del recordar y del olvido: estableciendo un eslabón entre amar y recordar: ¡inolvidable es lo que amamos!

Así, comentando el salmo 9 y hablando de Dios como del único que no se olvida, dice:

Illud quod aliquis cum studio et diligentia facit, non obliviscitur quin illud faciat; Deus autem studiosus est ad salutem hominum: et ideo non obliviscitur (In Ps. 9, 8).

"Lo que no se olvida es precisamente lo que se hace con solicitud y amor(3). Ahora bien, Dios ama com solicitud el bien del hombre y, portanto, no lo olvida".

De ese modo, la tradición clásica en educación, la pedagogía del recordar, termina -algo inadvertidamente- por ser también una pedagogía del amor...

Muchas gracias


1- Discurso de padrino de los graduados de 1995 de la Faculdade de Educação da Universidade de São Paulo. En este discurso, seguimos los capítulos de Michèle Simondon "Mnémosyne, mère des Muses" in La Mémoire et l'Oubli dans la Pensée Grecque jusqu'à la fin du Ve. siècle avant J.C., Paris, Société d'édition "Les Belles Lettres", 1982; de Bruno Snell "Pindar's Hymn to Zeus" in The Discovery of the Mind - The Greek Origins of European Thought, Cambridge, Harvard Univ. Press, 1953; y, sobre todo, de Josef Pieper Nur der Liebende singt, Schwabenverlag, 1988, p.35 y ss.

2- El poema ha llegado fragmentariamente hasta nosotros...

3- No por acaso en las canciones de amor, en inglés, el primer sinónimo de to love es to care.