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 Ilusos los Ulises [1]

 

Cándida Ferrero Hernández
Universidad Autónoma de Barcelona

 

1.- Los viajes

El viaje ha sido una de las constantes literarias por cuanto refleja una de las vivencias más extremas para el hombre. Representa las dificultades de las migraciones, el traslado constante de un lugar a otro, la búsqueda de climas más benignos, de tierras más fértiles. Aunque también es la busca de riquezas, de comercio, de exploración y aventura que proporcionan al hombre una visión del mundo más rica.

Las incógnitas  del viaje agudizan el ingenio del hombre, dispuesto a a afrontar todos los riesgos. Los lugares remotos van perfilanado su contorno y pasan de ser fabulosos parajes, poblados de seres extraños y peligrosos, a ser lugares civilizados a medida que van conociéndose. De esta manera, el viaje ha devenido también metáfora de la vida del hombre [2] , y como tal es entendido presentado por muchos autores.

En cuanto a la experiencia literaria, nos encontramos con obras desde la más remota Antigüedad, porque el viaje es el medio por el que se configura el héroe, al enfrentarse y salir victorioso de las penalidades que conlleva, aunque a veces el fin del viaje comporte un deseo de huída, de olvido de la vida anterior, de cambio a fin de cuentas. El viaje acaba por significar el punto de inflexión en la vida de los hombres, de reflexión y de conocimiento.

La literatura clásica nos ha legado extraordinarios modelos de viajeros colonizadores, arriesgados aventureros, que forjaron una leyenda imperecedera merced a sus periplos, a sus hazañas mitificadas por la literatura: Hércules, viajero y colonizador del occidente mediterráneo; Jasón del oriente, y Ulises-Odiseo, que llegó hasta la misma orilla oscura de la muerte. Y sus hazañas han quedado para siempre en el imaginario occidental, así como sus dificultades para realizar una vida de carácter “civil”, en tanto que el viaje supone un “extrañamiento” a la vida de los que quedan, de los que no son partícipes de la aventura.

La exploración de los confines de la tierra, de aquel non plus ultra herculiano, supusieron un reto para los navegantes posteriores. En la época colonial europea, instaurada por los viajes de Colón, hallamos el inicio de los viajes y exploraciones del mundo moderno, igual de fabulosas que en el mundo antiguo, pero con héroes más humanos, más frágiles, y de destino más incierto.

El viaje, posteriormente, pasará a ser una búsqueda de la vuelta al origen, a la esencia del hombre, y en este marco se inscribrán los viajes de los poetas del romanticismo, Goethe, Lord Byron, y un poco más tarde de R. L. Stevenson, el buscador de los lejanos Mares del Sur. Y así hasta llegar a nuestros días cuando vemos que el viaje, agotados ya los límites de la tierra, se ha consolidado sobre dos supuestos: el viaje por placer de las gentes de los países ricos y el viaje por necesidad de los que que buscan una vida mejor en un renovado Dorado, afrontando todo tipo vicisitudes y peligros [3] .

2.-Ulises, el viajero.

A pesar de tantos e ilustres viajeros, es precisamente el héroe homérico el que da fundamento a la aventura del viaje. La larga trayectoria del itacense es el pardigma que siempre se toma como referencia, y es que la Odisea y su héroe recogen en sí una serie de elementos que simbolizan los avatares del viaje, tanto desde el punto de vista del viajero, como de los que esperan su regreso.

No podemos desligar de la figura del héroe a su familia, Penélope, Telémaco, Anticlea, Laertes, a su nodriza Euriclea, a su porquerizo Eumeo, a su perro Argos. Todos esperan la llegada del héroe, y su vida se convierte en espera, paralizadas sus propias vidas, ahogados sus anhelos. Dice Penélope en Heroidas [4] :

Certe ego, quae fueram te discendente puella,
Protinus ut uenias, facta uidebor anus.

Tal vez por esto, la literatura posterior ha tomado esos personajes y ha realizado diversas interpretaciones, mostrándonos diversas variantes de Penélopes, de las más tiernas a las más iconoclastas y transgresoras. Asimismo Ulises ha sido tomado y entendido de muy diversas maneras.

Así, en Eneida II, Virgilio nos presenta una visión poco halagüeña del griego: Quis (...) duri miles Vlixi? [5] , dice Eneas al iniciar su relato a la reina Dido. Y más adelante incluye las referencias de Sinón [6] , presentándonos al de Ítaca como un hombre insidioso y mendaz. Muy lejos de la visión elogiosa de Odisea, donde la astucia es sinónimo de heroicidad, sinónimo de un hombre nuevo que se avecina como prototipo de ciudadano de la época de formación de las poleis, como dice Hauser [7] .:

“No es Ulises el primero en pertenecer a otro mundo más próximo al poeta, que aquél a que pertenece Aquiles; ya el noble, tierno y generoso Héctor comienza a suplantar el terrible héroe en el corazón del poeta. Todo esto demuestra sencillamente que el modo de ser de la propia nobleza estaba cambiando, y no que, por ejemplo, el poeta de la epopeya orientara sus patrones morales según los sentimientos de un público nuevo y no perteneciente ya a la nobleza. en todo caso los poemas no están dirigidos ya a la nobleza militar terrateniente, sino a una aristocracia ciudadana y no belicosa.”

Para los escritores de la Edad Media, Ulises representa sobre todo el explorador y fundador de ciudades:

Vlixes in Hispaniam nauigio uenit, et ciuitatem Vlixbonam condidit. [8]

Muy cercano a Juan Gil está Dante, cronológicamente, quien nos presenta una visión de Ulises llena de elementos sugestivos [9] , en la octava fosa del octavo círculo, o de los malos consejeros. Ulises narra al poeta su vida errante y su muerte [10] :

“¿Mas, dime: quién está en aquella llama que se divide en su parte posterior, y parece salir de la pira donde fueron puestos Eteocles y su hermano?. Me contestó: - Allí dentro están torturados Ulises y Diómedes; juntos sufren aquí un mismo castigo, como juntos se entregaron a la ira. En esa llama se llora también el engaño del caballo de madera, que fue la puerta por donde salió la noble estirpe de los romanos. Llórase también el artificio por el que Deidamia, aun después de muerta, se lamenta de Aquiles, y se sufre además el castigo por el robo del Paladión.

- Si es que pueden hablar en medio de las llamas, dije yo, Maestro, te pido y te suplico, y así mi súplica valga por mil, que me permitas esperar que esa llama dividida llegue hasta aquí, pues el deseo me impulsa ardientemente hacia ella (...)

La punta más elevada de la antigua llama empezó a oscilar murmurando como la que agita el viento; después, dirigiendo a uno y otro lado su extremidad, empezó a lanzar algunos sonidos, como si fuera una lengua que hablara, y dijo:- Cuando me separé de Circe, que me tuvo oculto más de un año en Gaeta, antes de que Eneas le diera este nombre, ni las dulzuras paternales, ni la piedad debida a un padre anciano, ni el amor mutuo que debía hacer dichosa a Penélope, pudieron vencer el ardiente deseo que yo tuve de conocer el mundo, los vicios y las virtudes de los humanos, sino que me lancé por el abierto mar sólo con un navío y con los pocos compañeros que nunca me abandonaron. Vi entrambas cosas, por un lado hasta España, por otro hasta Marruecos, y la isla de los Sardos y las demás que baña en torno aquel mar. Mis compañeros y yo nos habíamos vuelto viejos y pesados cuando llegamos a la estrecha garganta donde plantó Hércules las dos columnas para que ningún hombre pasara más adelante. Dejé Sevilla a mi derecha, como había dejado y a Ceuta a mi izquierda. “¡Oh hermanos, dije, que habéis llegado al Occidente a través de cien mil peligros!, ya que tan poco os resta de vida, no os neguéis a conocer el mundo sin habitantes que se encuentra siguiendo el sol. Pensad en vuestro origen, vosotros no habéis nacido para vivir como brutos, sino para alcanzar la virtud y la ciencia”.- Con esta corta arenga infundí en mis compañeros tal deseo de continuar el viaje , que apenas los hubiera podido detener después. Y volviendo la popa hacia el Oriente, de nuestros remos hicimos alas para seguir tan desatentado viaje, inclinándonos siempre hacia la izquierda. La noche veía ya brillar todas las estrellas del otro polo, y estaba el nuestro tan bajo que apenas parecía salir fuera de la superficie de las aguas. Cinco veces se había encendido y otras tantas apagado la luz de la luna desde que entramos en aquel gran mar, cuando apareció una montaña obscurecida en la distancia, la cual me pareció la más alta de cuantas había visto hasta entonces. Nos causó alegría, pero nuestro gozo se trocó bien pronto en llanto; pues de aquella tierra se levantó un torbellino que se lanzó contra la proa de nuestro buque; tres veces lo hizo girar  juntamente con las encrespadas ondas, y a la cuarta levantó la popa y sumergió la proa como plugo al Otro, hasta que la mar volvió a unirse sobre nosotros”.

Este pasaje de Dante ha sido observado con perplejidad por muchos estudiosos, intentando descifrar las fuentes, o bien estableciendo un simbolismo en el que se combina la propia peripecia vital y literaria de Dante con la de Odiseo [11] . También ha sido entendida como una referencia visionaria de mundos inexplorados. Y, en general, se la considera como la ambición desordenada propia de su condición de titán [12] , y por tanto, cual otro Prometeo, desobediente de los mandatos divinos.

En la recreación que nos ofrece Tennysson [13] se nos incorpora un elemento hesiódico, bien sugestivo para el análisis filológico, que no hallamos en Dante: la búsqueda de las Islas de los Afortunados, el lugar donde los dioses llevaron, para tener vida eterna, a la raza de los héroes [14] :

“He allí el puerto; el barco hincha la vela;
crecen las sombras en los anchos mares. Marineros míos,
almas que os habéis afanado y forjado junto a mí,
que conmigo habéis pensado, que con ánimo de fiesta
habéis recibido el sol y la tormenta y les habéis
opuesto frentes y corazones libres: sois viejos como yo;
con todo, la vejez tiene su honor y sus esfuerzos;
la muerte todo lo acaba, pero algo antes del fin
ha de hacerse todavía, cierto trabajo innoble,
no digno de hombres que pugnaron con dioses.
Ya se divisa entre las rocas un parpadeo de luces;
se apaga el largo día; sube lenta la luna; el hondo mar
gime con mil voces. Venid amigos míos,
aún no es tarde para buscar un mundo más nuevo.
Desatracad, y sentados en buen orden amansad
las estruendosas olas; pues mantengo el propósito
de navegar hasta más allá del ocaso, y de donde
se hunden las estrellas de occidente, hasta que muera.
Puede que nos traguen los abismos; puede
que toquemos al fin las Islas Afortunadas y veamos
al grande Aquiles, a quien conocimos. Aunque
mucho se ha gastado mucho queda aún; y si bien
no tenemos ahora aquella fuerza que en los viejos tiempos
movía tierra y cielo, somos lo que somos:
corazones heroicos de parejo temple, debilitados
por el tiempo y el destino, más fuertes en voluntad
para esforzarse, buscar, encontrar y no rendirse.”

Se conjuga, pues, una doble visión en Tennysson, la visión dantesca, heredera de la virgiliana, y, como consecuencia, protroyana, y la visión romántica, conocedora de la versión homérica y hesiódica, sin lugar a dudas. Y así como en Dante la condena del héroe es una consecuencia del fraude, del engaño que configura su naturaleza [15] , el poeta inglés dotará a la figura de Odiseo de unos rasgos plenamente románticos, en los que se observa la lectura del material épico griego, enriqueciendo la misma visión odiseica. En este mismo sentido encontramos en el romanticismo la visión de piratas y corsarios, fuera de toda ley civil, lejos de toda atadura [16] .  Ya no hay, a no ser por la arenga, esa visión del héroe como manipulador de voluntades, jugador de las palabras. Odiseo se lanza a la búsqueda de una quimera, que no es Ítaca, que ya conoce, que ya sabe lo que puede darle, sino que busca algo que le estimule y le aguijonee la voluntad, que le aparte para siempre de una muerte en la cotidianidad. La búsqueda de lo heroico consiste en ahuyentar los principios vitales fundamentados en la dorada mediocridad horaciana [17] .

¿Busca la inmortalidad Odiseo? Tal vez, pero no la inmortalidad que le ofrecieron Circe ni Calipso, busca la inmortalidad en la posteridad, ésa que deviene del canto épico que va propagándose entre las gentes, y que recrea las gestas a las que no quiere renunciar.

Odiseo que se ha salvado de mil peligros busca no enfrentarse a otro peor, el olvido en la vida rutinaria. Quiere evitar la decepción, la decepción por su esposa, por su hijo, la decepción por sí mismo [18]

Vuélvese y mira a su mujer, divisa al hijo y al padre,
y estremecióse de súbito, suspiró y tocó sus labios con la mano:
ahora comprendía: también era la patria rostro dulce de la
muerte.
Como de fiera que se cogió en la trampa, sus ojos giran
y se mueven llameantes, amarillos, en sus profundas cuencas.
Estrecho como aprisco de pastor parecióle el palacio paterno,
una dueña de casa ya marchita también esa mujercilla,
y el hijo, como anciano octogenario, todo lo pesa con cuidado.

Este desencanto, que se convierte en asfixia, se observa en el poema de Nikos Kazantzakis, quien afronta una continuación de la propia epopeya homérica dotando a sus personajes de un tinte de amargura y decepción que sólo tiene salida con el nuevo viaje de Odiseo. Viaje ya sin retorno, porque ya se agotaron las añoranzas, se agotó la juventud y la ilusión.

Kavafis en su Ítaca [19] pone también un cierto énfasis en sus últimos versos sobre la decepción que puede apoderarse del viajero que tanto deseó llegar a su patria y la encuentre pobre, triste, sin los encantos de los ricos lugares que visitó en su larga andadura , cual si Ítaca desde lejos hubiese emitido cantos de nostalgia para atraer y atrapar al viajero, ¿Huir de las sirenas para caer en un anodino lugar que no tiene nada que ofrecer?. Para prevenir ese desengaño, el poeta advierte: Rico, sabio, y ya no joven, parece decirnos, has de haber aprendido que llegar a puerto es para recrear el viaje, para deleitarte contando a los que nunca salieron a conocer otros cielos, otras orillas.

Puede, además que los que esperaron tantos años la llegada del viajero no lo esperen ya, que se sorprendan de ese hombre viejo, vestido con harapos, que sientan incluso miedo, como en el poema de Yanis Ritsos [20] :

 

“¿Entonces era por éste por quien había perdido veinte años,
veinte años de espera y de sueños, por este miserable
manchado de sangre, con la barba canosa?

(...)

Todos los pájaros que había bordado
con hilos rojos, brillantes en verdes arboledas, de pronto,
aquella noche del regreso, se volvieron de color negro
negro y ceniciento,
volando muy bajo sobre el cielo de su última resignación.”

 

La réplica a esta Penélope puede ofrecérnosla el poema de Ángel González que da título a estas páginas. Ilusos los Ulises:

Siempre, después de un viaje,
una mirada terca se aferra a lo que busca,
y es un hueco sombrío, una luz pavorosa
tan sólo lo que tocan los ojos del que vuelve.
Fidelidad, afán inútil.
¿Quién tuvo la arrogancia de intentarte?
Nadie ha sido capaz
-ni aún los que han muerto-
de destejer la trama de los días.

 

 

 

 



[1] Tomamos en préstamo el título de un poema de Ángel González, en www.avempace.com

[2] Para ilustrar este aspecto vale la pena acercarse a la obra de Jacinto y Pilar Choza, Ulises, un arquetipo de la existencia humana. Barcelona. Ariel. 1996. En esta obra los autores hacen de la Odisea un paradigma de la existencia del hombre, y establecen paralelos entre las vicisitudes de Odiseo y las que acontece a todo ser humano cuando afronta un viaje, un desplazamiento de su entorno familiar y social.

[3] A modo de ejemplo, vid. “Yo llegué en patera”  por Grégoire Deniau y fotografía de Olivier Jobard, publicado en el dominical del periódico El País del domingo 28 de noviembre de 2004.

[4] vv. 115-116. Ed. de Francisca Moya, en Alma Mater, Madrid, 1986.

[5] P. Vergili Maronis, Aeneidos, II, 6-7. Ed. F. A. Hirtzel, Oxonii, 1966.

[6] Aeneidos, II, vv. 108- 194

[7] ARNOL HAUSER, Historia social de la Literatura y el Arte. Madrid, 1968. p. 97.

[8] Juan Gil de Zamora, De praeconiis Hispanie, ed. de M de Castro. Madrid, 1955. p. 15, 3-4 . La fuente del zamorano es sin lugar a dudas, Lucas de Tuy. La referencia aparece inserta en el recorrido que se hace por los personajes antiguos, fabulosos, pero como tomados históricos, que llegaron hasta las costas de la Península ibérica.

[9]   Indudablemente las referencias que utiliza Dante son las referencias virgilianas de Eneida II. Por ese motivo se insiste en los dos delitos fraudulentos que ya Virgilio anota. el robo del Paladión junto con Diomedes, y el engaño insidioso del caballo, grande como una montaña, y que será la ruina de Ilión.

[10] DANTE, Divina comedia. Trad. de M. Aranda. Barcelona, 1984. p. 96. Canto XXVI.

[11] Al respecto véanse: Dante mito e poesia. Atti del Secondo Seminario dantesco internazionale ( Monte Verità. Ascona. 23-27 giugno 1007) Ed. M. Picone e T. Crivelli. Firenze. Franco Cesati. 1999. También A. Hernández Yansó, “El papel de la Divina Comedia de Dante Aligheri en la consolidación del imaginario occidental de la literatura” ( 2004) en www.auditoriovirtual.com.ar/revista/adriana.htm. Así como también J. L. Borges, “El último viaje de Ulises” en Nueve ensayos dantescos. www.math.unifi.it. Por último cabe reseñar el esclarecedor artículo de M. Castillo Didier, “El mito de Odiseo” en Atenea 487. 1 Sem. 2003. pp. 11-23.

[12] Hernández Yansó (2004) : “Al citar la aventura de Ulises, Dante muestra el destino de los Titanes quienes van por encima de todo.”

[13] Versión digital extraída de www.epdlp.com.

[14] Hesíodo, Erga, trad. a cargo de Aurelio Pérez. Ed. Bruguera. Barcelona, 1981 (2). p. 154:

“Luego que la tierra hubo sepultado también esta estirpe ( la raza de bronce) en su lugar todavía puso Zeus Crónida sobre el suelo fecundo otra cuarta, más justa y más virtuosa, la estirpe divina de los héroes, que reciben el nombre de semidioses, raza que nos precedió sobre la tierra sin límites.
De muchos de ellos, la guerra siniestra  y el temible combate aniquiló a unos al pie de Tebas, ciudad de la s siete puertas, en el país de Cadmo (...) e hizo perecer a otros , tras conducirles a Troya en sus naves, sobre el inmenso abismo del mar (...) a los demás, por el contrario, el padre Zeus Crónida determinó concederles  vida y residencia lejos de los humanos, hacia los confines de la tierra. Éstos viven con el corazón libre de dolores en las Islas de los Afortunados, junto al Océano de profundas corrientes , héroes felices a los que el campo fértil les produce frutos que germinan tres veces al año, dulces como la miel”.

[15] Botitani en Dante mito e poesia (1999) afirma que Ulises representa, sobre todo, el deseo desmedido de conocimiento y su fraude es el origen de su condena.

[16] Así en La canción del pirata dice Espronceda:

“Que es mi dios la libertad,
 mi ley la fuerza y el viento,
 mi única patria, la  mar.”

www.poesia-castellana.com

[17]   Horacio, Odas, 2, 10. Trad. de J. Roca. Lumen. Barcelona, 1975. p. 73

Licinio, vivirás del mejor modo
si no llevas tu nave al alto océano
y si la prudencia te aconseja
temer las tempestades, no navegas
rozando los peligros de la costa.
Quien eleige la dorada medianía
está a salvo (...)

[18] Nikos Kazantzakis, La odisea. Trad. de M. Castillo Ddidier, en Revista de Creación y Recreación. nº 2. Grecia Neohelénica, www.literanauta.uchile.cl

[19] La versión del poema que hemos utilizado la hemos extraído de www.epdlp.com

" Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni a fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas. "

[20] Desesperación de Penélope. Trad. de Heleni Perdikidi, en www.literanauta.uchile