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23 de Abril de 2001

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Mundo
Una Carta Ecuménica para guiar el diálogo entre los cristianos europeos
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Flash
Via Lucis, una oración personal o comunitaria para este tiempo
Juan Pablo II: Para ser creíbles los cristianos deben recuperar la unidad
Procesiones por las calles de Cuba en Semana Santa
Maestros del pensamiento cristiano en una colección (impresa y en Internet)

Entrevista
Medicinas para el sida; un paso hacia la globalización de los derechos

Documentación
Juan Pablo II: Contemplar el rostro del Resucitado



Mensaje promocional:               SAN MICHELE ARCANGELO
Souvenirs del Papa
Oferta del mes: Rosario madera de olivo "4 basiliche" - Rosarios para la primera comunión, Rosarios de cuerda y madera tallado a mano. NOVEDADES



Santa Sede


La Misericordia Divina, respuesta a las expectativas del hombre de hoy
Juan Pablo II celebra el Domingo de la Misericordia Divina

CIUDAD DEL VATICANO, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- En la Misericordia Divina se encuentra la respuesta a las expectativas de los hombres y mujeres del nuevo milenio, creyentes y no creyentes. Lo aseguró este domingo pasado Juan Pablo II al celebrar la eucaristía un año después de la canonización de sor Faustina Kowalska, don «para toda la humanidad».

«¡La Misericordia Divina! Este es el don pascual que la Iglesia recibe de Cristo resucitado y que ofrece a la humanidad, en la aurora del tercer milenio», explicó el Papa en la homilía de la misa celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano. En ese domingo segundo de Pascua, desde el año pasado, la Iglesia católica celebra por indicación del mismo Papa el «Domingo de la Misericordia Divina».

La mensajera de la devoción a la Misericordia Divina fue una joven polaca, Faustina Kowalska fallecida a los 33 años (1905-1938). Vivió trece años de vida religiosa desempeñando humildes oficios (cocinera, jardinera y portera). En este ambiente, sin embargo, experimentó una apasionante aventura espiritual, que estuvo marcada por visiones, revelaciones, estigmas escondidos... Su experiencia mística se concentró en la consagración a la Misericordia Divina y en un lema: «Jesús en ti confío».

En la religiosa polaca, se inspiran los apóstoles de la divina misericordia, un movimiento integrado por sacerdotes, religiosos y laicos, unidos por el compromiso de vivir la misericordia en la relación con los hermanos, hacer conocer el misterio de la Misericordia Divina, e invocar la misericordia de Dios para los hombres. Esta familia espiritual, aprobada en 1996, por la archidiócesis de Cracovia, está presente hoy al menos en 30 países del mundo. Sor Faustina fue canonizada por Juan Pablo II el 30 de abril de 2000.

El obispo de Roma repitió ayer el mismo mensaje que pronunció Jesús a sus discípulos tras la resurrección: «¡No tengáis miedo!». Cristo, «que implora perdón para sus verdugos y abre de par en par las puertas del cielo a los pecadores arrepentidos» constituye un motivo de esperanza no sólo para los creyentes, sino incluso para quienes no creen.

«En Cristo, humillado y sufriendo --afirmó--, creyentes y no creyentes pueden admirar una solidaridad sorprendente, que le une a nuestra condición humana más allá de toda medida imaginable».

Su amor, que con la resurrección se muestra más fuerte que la muerte y el pecado, «se revela y se vive como misericordia en nuestra existencia cotidiana y solicita a todo hombre que tenga a su vez "misericordia" por el Crucificado».

«¿No es acaso el programa de vida de todo bautizado y de toda la Iglesia amar a Dios y amar al prójimo, incluso a los "enemigos", siguiendo el ejemplo de Jesús?», preguntó el sucesor del apóstol Pedro.

Por este motivo, la canonización de Faustina Kowalska, «testigo y mensajera del amor misericordioso del Señor», aclaró, «no sólo representa un don para Polonia, sino para toda la humanidad».

«De hecho --concluyó--, el mensaje del que fue portadora constituye la respuesta adecuada e incisiva que Dios ha querido ofrecer a las preguntas y expectativas de los hombres de nuestro tiempo, marcado por tragedias inmensas. Un día Jesús le dijo a sor Faustina: "La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la Misericordia Divina».

ZS01042307

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El Papa indica la senda para la aprobación del Camino Neocatecumenal
Presenta el reconocimiento de unos estatutos como «requisito indispensable»

CIUDAD DEL VATICANO, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha tomado papel y pluma para explicar que el reconocimiento oficial y jurídico de la Iglesia católica del Camino Neocatecumenal dependerá de la aprobación de unos estatutos. Esta aprobación, añade, es competencia específica del Consejo Pontificio para los Laicos.

En una carta enviada al presidente de ese organismo vaticano, el cardenal estadounidense James Francis Stafford, con fecha del 5 de abril, el Papa destaca los frutos «preciosos» aportados en treinta años de existencia y subraya la importancia de llevar a cabo «algunos requisitos ineludibles, de los cuales depende la existencia misma del Camino».

En particular, subraya precisamente «la redacción de una precisa normativa estatutaria en vista de su reconocimiento jurídico formal». Los iniciadores del Camino comenzaron en 1997, en el Sinaí, la tarea de la redacción de los estatutos. Constituye una ardua empresa. Kiko Argüello, exponente típico del método socrático, basado en la palabra viva, quiere evitar el peligro de que el papel y las fórmulas jurídicas puedan «congelar» el frescor de espíritu que ha animado el nacimiento y la andadura del Camino.

El Camino Neocatecumenal comenzó cuando un joven español, Kiko Argüello, después de pasar por el ateísmo y sufrir una crisis existencial, decidió cambiar de rumbo, y abrazar con enorme fuerza la experiencia cristiana. En 1964, dejó todo para vivir entre los más pobres, en las barracas de Palomeras Altas, en la periferia de Madrid. En contacto con los pobres, el Señor le lleva a descubrir una síntesis teológica catequética y formará con ellos, por obra del Espíritu Santo, una comunidad que vive celebrando la Palabra de Dios y la Eucaristía. Descubre así el trípode en el que se basa la vida cristiana: Palabra, Liturgia y Comunidad. Un carisma en el que se reconocen en estos momentos un millón de católicos, repartidos entre cien naciones.

En su carta, Juan Pablo II explica: «Ya en la exhortación apostólica "Christefidelis laici" subrayaba que "ningún carisma dispensa de la relación y sumisión a los pastores de la Iglesia" y citaba cuanto está escrito al respecto en la Constitución dogmática "Lumen gentium": "El juicio acerca de su autenticidad (de los carismas) y la regulación de su ejercicio pertenece a los que dirigen la Iglesia. A ellos compete sobre todo no apagar el Espíritu sino examinarlo todo y quedarse con lo bueno"».

El Santo Padre insiste en que el reconocimiento y la acogida de los carismas «no es un proceso fácil», que requiere «un discernimiento profundo de la voluntad de Dios y debe ser acompañado constantemente de la oración». El culmen de este proceso es «el acto oficial del reconocimiento y la aprobación de los estatutos, como regla de vida clara y segura», puntualiza.

La carta responde también implícitamente a los obispos que han preguntado a la Santa Sede cuál será la colocación jurídica del Camino Neocatecumenal. En la misiva deja claro que será el Consejo Pontificio para los Laicos el responsable de la aprobación eclesial del Camino y el encargado de darle seguimiento en el futuro.

Juan Pablo II concluye revelando que ha tomado esta decisión no sólo «por la autoridad que le compete» al Consejo de los Laicos, sino también «por la singular experiencia que posee en esta materia». «En esto se basa la esperanza de un feliz resultado del procedimiento, que entra ya en su fase conclusiva».

ZS01042302

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El Papa y el primer ministro libanés analizan la paz en Oriente Medio
El pontífice relanza las negociaciones y el respeto de las resoluciones ONU

CIUDAD DEL VATICANO, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- En estos momentos en los que el proceso de paz parece olvidarse en Oriente Medio, Juan Pablo II recibió en la mañana de este lunes al presidente del Consejo de ministros del Líbano, Rafic Hariri, para relanzar las negociaciones y exigir el respeto de las resoluciones de la ONU.

En el encuentro con el Papa, el primer ministro libanés, de religión sunní, estuvo acompañado por su esposa y un séquito de unas quince personas, entre las que se encontraban numerosos exponentes de su gobierno.

Después de hablar cara a cara con el pontífice, el primer ministro tuvo un coloquio con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, y con el arzobispo Jean-Louis Tauran, secretario para las Relaciones con los Estados («ministro» de Asuntos Exteriores de la Santa Sede).

La situación del Líbano y la dramática coyuntura que atraviesa Oriente Medio han sido los temas principales de los coloquios. Una declaración firmada por el director de la Sala de Prensa del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, al final del encuentro, revela que «la Santa Sede ha considerado oportuno subrayar, una vez más, la importancia de la reconciliación como elemento esencial para la reconstrucción humana y social del Líbano».

«Por lo que se refiere a Oriente Medio --añade--, la Santa Sede ha confirmado la necesidad de que se observe el derecho internacional y las resoluciones de la ONU, ya sea para reanudar las negociaciones ya sea para alcanzar la tan suspirada paz».

Para el Papa el Líbano no es sólo un país, es un mensaje de diálogo y colaboración entre culturas y religiones, como lo era antes de la guerra que ensangrentó sus tierras durante quince años desde 1975.

En diciembre de 1995, tuvo lugar en el Vaticano un Sínodo de Iglesia en el Líbano, cuyas conclusiones fueron recogidas por el Papa, en mayo de 1998, en la exhortación apostólica «Una esperanza nueva para El Líbano», promulgada por él mismo durante una visita pastoral a Beirut.

El Líbano cuenta con 3.578.036 habitantes, de los cuales al menos 1 millón 900 mil son católicos (según revelaba hoy Radio Vaticano). En virtud de la pluralidad de religiones presentes en el territorio libanés, la constitución de 1926, modificada en varias ocasiones, prevé un sistema que tenga en cuenta las diferentes confesiones cristianas en la atribución de los máximos cargos institucionales. El presidente de la República debe ser un cristiano maronita, mientras que el Consejo de ministros está presidido por un musulmán sunní. La presidencia de la Asamblea Nacional, por último, corresponde a un musulmán chií.

ZS01042308

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Mundo


Una Carta Ecuménica para guiar el diálogo entre los cristianos europeos
Histórico documento aprobado el 22 de abril en Estrasburgo

ESTRASBURGO, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- Desde este domingo los cristianos de las diferentes confesiones del Viejo Continente, escenario de los grandes cismas, cuentan con un documento común que pretende promover el diálogo y la búsqueda de la unidad plena evitando equívocos.

La declaración, que lleva por título «Charta Oecumenica», pretende con sus doce puntos fundamentales promover la colaboración entre las Iglesias y confesiones cristianas de Europa (evitando hacerse competencia) en el anuncio del único Evangelio, así como dar un alma a la nueva Europa y promover las relaciones con el resto de los creyentes y no creyentes.

El documento fue firmado en la mañana del 22 de abril por el cardenal Miloslav Vlk, presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) --en representación católica-- y por el metropolitano ortodoxo Jérémie, presidente de la Conferencia de las Iglesias Europeas (KEK, por sus siglas en alemán) que reúne a 123 Iglesias ortodoxas y comunidades de la Reforma. Fue el momento culmen del Encuentro ecuménico europeo celebrado en Estrasburgo (19-22 de abril), la cita más importante de estas características en el Viejo Continente que se celebra cada cuatro años en una ciudad distinta.

De hecho, la Carta Ecuménica, dividida en tres secciones fundamentales, es fruto de estos cuatro años de trabajo que han separado la asamblea de Estrasburgo de la anterior, celebrada en la localidad austríaca de Graz, en 1997.

La introducción deja claro que nos encontramos ante un «compromiso común al diálogo y a la colaboración. Describe tareas fundamentales ecuménicas y de ellas saca una serie de líneas guía y de compromisos». Ahora bien, «no tiene ningún carácter dogmático magisterial o jurídico-eclesial».

El camino ecuménico sigue adelante a pesar de los baches, pero como se lee en la introducción: «no podemos considerarnos satisfechos por la situación actual. Conscientes de nuestra culpa y dispuestos a la conversión, tenemos que comprometernos para superar las divisiones que existen todavía entre nosotros para anunciar juntos de manera creíble el Evangelio».

La primera sección constituye una profesión común de fe de los cristianos: «Creemos en "la Iglesia una, santa, católica y apostólica».

La segunda sección --«En camino hacia la unidad visible de las Iglesias en Europa»-- asume una serie de compromisos. Ante la falta de puntos de referencia y ante la constatación de la búsqueda de sentido propia de los europeos y europeas de hoy, la Carta invita a los cristianos a testimoniar su fe sin hacerse competencia entre las confesiones cristianas ni utilizar métodos de presión moral o «incentivos materiales».

«Al mismo tiempo --añade-- a nadie se le puede impedir una conversión que sea consecuencia de una decisión libre».

Como medio para el acercamiento, la Carta considera como algo fundamental «reelaborar juntos la historia de las Iglesias cristianas, que está caracterizada no sólo por muchas buenas experiencias, sino también por divisiones, enemistades e incluso por enfrentamientos bélicos».

A continuación se aboga por la colaboración concreta en defensa de los derechos de las minorías, tratando de eliminar equívocos y prejuicios entre Iglesias mayoritarias y minoritarias.

Propone la búsqueda de la unidad especialmente a través de la oración y de celebraciones conjuntas. En este sentido constata con tristeza la incapacidad de Iglesias de poder participar en la misma Eucaristía a causa de diferencias esenciales en este sentido.

De hecho, constata con realismo la Carta, «sin unidad de fe no existe plena comunión eclesial. No hay otra alternativa al diálogo».

La tercera parte --«Nuestra responsabilidad común en Europa»-- constata que el proceso actual de integración del Viejo Continente necesita un alma.

«Estamos convencidos de que la herencia espiritual del cristianismo representa una fuerza inspiradora enriquecedora para Europa –explica--. Sobre el fundamento de nuestra fe cristiana, nos comprometemos a construir una Europa humana y social, en la que se hagan valer los derechos humanos y los valores básicos de la paz, de la justicia, de la libertad, de la tolerancia, de la participación y de la solidaridad».

En este sentido, los líderes cristianos de todas las confesiones instan a respetar «el respeto de la vida, el valor del matrimonio y de la familia, la opción prioritaria por los pobres, la disponibilidad al perdón y en todo caso a la misericordia».

«En cuanto Iglesias y comunidades internacionales tenemos que contrastar el peligro de que Europa se desarrolle en un Occidente integrado y en un Este desintegrado», aseguran.

El documento afronta también las relaciones con el judaísmo y el islam. Condena todo tipo de antisemitismo y garantiza su estima y compromiso para colaborar sobre argumentos de interés común con los fieles de la medialuna.

Por último, afronta el encuentro con las demás religiones no monoteístas y las personas que tienen diferentes visiones del mundo. En este sentido se constata apertura y gran prudencia. «Es necesario en este sentido diferenciar entre las comunidades con las que se debe buscar el diálogo y el encuentro y aquellas ante las que, desde la óptica cristiana, es necesaria la cautela», advierte el documento.

«Jesucristo, Señor de la Iglesia "una", es nuestra mayor esperanza de reconciliación y paz --concluye la Carta--. En su nombre queremos continuar nuestro camino juntos en Europa. ¡Que Dios nos asista con su Santo Espíritu!».


ZS01042310

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Nuevo moderador para los obispos católicos de Europa
Monseñor Grab, de Suiza, sustituye al cardenal Vlk de Praga

ESTRASBURGO, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- En su primera declaración pronunciada después de haber sido elegido presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales Católicas Europeas (CCEE), el obispo Amédée Grab, ha asegurado que «la Unión europea no puede tener únicamente un realidad económica y financiera».

Monseñor Grab (71 años), obispo de Chur (Suiza), asumirá la presidencia de este consejo episcopal europeo en junio. Es, además, presidente de la Conferencia Episcopal Suiza. Sustituye al arzobispo de Praga, Miloslav Vlk, quien guiaba la CCEE desde 1993.

Fue elegido el 20 de abril por los 34 presidentes de las conferencias episcopales nacionales en Estrasburgo, durante la asamblea plenaria convocada en la vigilia del Encuentro ecuménico europeo que culminó este domingo con la firma de la Carta Ecuménica por parte de la CCEE y la Conferencia de las Iglesias Europeas (órgano que reúne al resto de Iglesias y confesiones cristianas).

Junto a Grab han sido nombrados también los dos vicepresidentes de la CCEE: el cardenal inglés Cormac Murphy-O'Connor, arzobispo de Canterbury, y el arzobispo croata Josip Bozanic, de Zagreb.

«Europa no podrá realizar una unidad política verdaderamente duradera si no es fiel a la vocación más profunda que deriva de sus raíces, entre las cuales reviste una importancia particular el mensaje evangélico», ha señalado monseñor Grab horas después de haber sido elegido en Estrasburgo.

El primer compromiso para la Iglesia en Europa en estos momentos, según monseñor Grab, es «el anuncio de la fe» según «la inspiración más rica, más completa y más bella que viene de la carta apostólica "Tertio millennio ineunte" que el Santo Padre nos ha regalado el 6 de enero».

ZS01042309

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Quien colabora con el terrorismo no merece el nombre de cristiano
Discurso del cardenal Rouco a la Asamblea Plenaria del episcopado

MADRID, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- El cardenal Antonio María Rouco, presidente de la Conferencia Episcopal volvió a confirmar la voluntad de la Iglesia en España de «colaboración leal» con el Estado democrático y condenó con palabras muy duras tanto el terrorismo con la connivencia con el mismo.

Durante su discurso al comienzo de la Asamblea Plenaria de los obispos españoles, pronunciado en este lunes, Rouco se refirió al «gravísimo» problema del terrorismo, que «ha sido y es una de las constantes preocupaciones de los pastores de la Iglesia en España desde que hiciera su triste aparición entre nosotros hace ya más de treinta años».

El cardenal confirmó que «no es lícito colaborar de ningún modo con ETA ni con su entorno. Quienes lo hicieran no merecerían el nombre de cristianos. Es, por el contrario, obligación moral de todos colaborar con todos los hombres de buena voluntad con la ayuda que cada cual pueda prestar en la protección de los amenazados y en la erradicación de los crímenes terroristas».

El arzobispo de Madrid constató asimismo que en nuestros días «se ha puesto más claramente de manifiesto la complejidad de la sociedad y la importancia de sus instituciones políticas en orden al reconocimiento efectivo de la dignidad humana, de sus derechos fundamentales y, en definitiva de la consecución del bien común en un marco de justicia social y de solidaridad con los más débiles».

Por su interés, publicamos el discurso íntegro pronunciado por el moderador del episcopado español.

El texto íntegro del discurso puede leerse en la página web de la Conferencia Episcopal Española (http://www.conferenciaepiscopal.es/).

ZS01042313

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Dos religiosas acusadas de complicidad en el genocidio ruandés
Su superior desmiente las gravísimas inculpaciones

BRUSELAS, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- El 17 de abril comenzó en Bruselas (Bélgica), el proceso contra cuatro ruandeses de Butare, entre los que se encuentran dos religiosas. Todos ellos son acusados de complicidad con el genocidio de 1994, en el que murieron unos 800 mil tutsis y hutus moderados.

Se trata del primer proceso abierto por el Tribunal civil de un país occidental por los crímenes ligados al genocidio del 94. Los cuatro acusados se encuentran refugiados en Bélgica. El principal acusador de las dos religiosas --Consolata Mukanango (sor Gertrude) y Julienne Mukabutera (sor Maria Kisito)--, es Emmanuel Rekeraho, quien en la primavera de 1994 dirigía las milicias que perpetraron las masacres en Sovu, cerca de Butare, al sur del país africano.

«Si bien no utilizaron armas para matar a la gente --ha declarado Rekeraho ante el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR)--, sor Gertrude y sor Kisito sacaban a los tutsis de su escondite y nos los entregaban. Compartían nuestro odio por los tutsis».

Se trata de un proceso excepcional, en el que serán escuchados 171 testigos, de los cuales unos cincuenta vendrán de Ruanda. Tendrán que analizar lo que sucedió después de que el 6 de abril de 1944 estallaran las masacres en el país. En la prefectura de Butare, sin embargo, la violencia no llegó. Estaba dirigida por un tutsi, Jean-Baptiste Habyalimana, quien se opuso frontalmente. Por este motivo, tuvo que presentar su dimisión el 17 de abril. Dos días después, el presidente interino de Ruanda llegó a Butare para hacer un llamamiento a favor las masacres.

Varios miles de personas salieron de sus casas para refugiarse en el convento de Sovu. El 22 de abril entre 5 y 7 mil refugiados del centro de salud del convento fueron asesinados. Ahora queda por demostrar si sor Gertrude y sor Kisito fueron cómplices o si, por el contrario, no pudieron hacer nada para oponerse a la violencia, como ellas confiesan al igual que algunos testigos.

Cuando los combatientes tutsis procedentes de Uganda, en julio de 1994, conquistaron la región de Butare, las religiosas fueron evacuadas hacia el entonces Zaire y después hacia Francia. Finalmente se unieron al convento benedictino de Maredret (Bélgica). Allí negaron siempre las acusaciones de la prensa.

En el genocidio la Iglesia católica pagó un precio tremendo. Según informa la agencia misionera de la Santa Sede, Fides, fueron asesinados tres obispos (y un cuarto es considerado «desparecido» desde noviembre de 1996), 123 sacerdotes y más de 300 religiosas de varias congregaciones. Juan Pablo II, en el Angelus del 15 de mayo de 1994, en pleno conflicto, fue el primero en calificar las masacres de Ruanda como genocidio. Declaró: «Todos tendrán que responder de sus crímenes ante la historia y, sobre todo, ante Dios».

El superior de la Congregación benedictina de la Anunciación, el padre Celestine Cullen, intervino en 1995, cuando las acusaciones se expandían por la prensa: «Yo mismo pude interrogar a personas que fueron testigos directos de los acontecimientos. La información que he podido recoger desmiente formalmente las acusaciones. Me da pena el ver que estas acusaciones se lanzan contra religiosas, de las que no puedo poner en duda ni su buena fe ni sus actos».

Los otros imputados en el proceso son el ex ministro Alphonse Higaniro (51 años) y el profesor universitario Vincent Ntezimana (39 años). Se les acusa de haber inspirado y organizado las masacres de tutsis en la región de Butare.

Un jurado popular juzgará las acusaciones. En caso de condena, podrían los inculpados podrían ser condenados a cadena perpetua. Todos se han confesado inocentes. El proceso debería durar unos dos meses.

El primer proceso en Europa contra un ruandés acusado de participar en el genocidio se celebró a finales de los años noventa, en la Corte marcial suiza. El imputado, Fulgende Niyonteze, de 36 años ex alcalde de Mushubati, fue condenado a cadena perpetua. Al presentar un recurso, obtuvo una importante reducción de la pena: catorce años de cárcel. Al final de los mismos será expulsado de la Confederación Suiza.

ZS01042306

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Flash


Via Lucis, una oración personal o comunitaria para este tiempo


ROMA, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- Del Via Crucis cuaresmal al Via Lucis pascual. De este modo, comienza a extenderse en numerosas comunidades cristianas y parroquias una nueva práctica religiosa propia del período litúrgico actual.

Esta celebración, de características formales parecidas a las del Via Crucis, puede realizarse a nivel personal o en comunidad. En lugar de portar la cruz, símbolo de la pasión, se lleva procesionalmente el cirio pascual, o un icono de la resurrección, bien alto y a la vista de todos. Así como el Viernes es el día por antonomias del Via Crucis, el domingo lo es para el Via Lucis.

Se proclaman y meditan las estaciones, que consisten en catorce momentos de la Pascua de Cristo, desde su resurrección hasta Pentecostés. Después se lee el relato bíblico correspondiente a cada estación, un silencio, una oración-reflexión, y un canto breve pascual.

Ofrecemos a continuación una propuesta, entre las ya extendidas, de estaciones del Via Lucis.

1 - Jesús resucita de la muerte; 2 - los discípulos encuentran el sepulcro vacío; 3 - Jesús se aparece a la Magdalena; 4 - Jesús en camino con los discípulos de Emaús; 5 - Jesús se manifiesta en la fracción del pan; 6 - Jesús se aparece a los discípulos; 7 - Jesús concede a sus discípulos el poder de perdonar pecados; 8 - Jesús confirma la fe de Tomás; 9 - Jesús se aparece a sus discípulos en el lago de Galilea; 10 - Jesús confiere el primado a Pedro; 11 - Jesús confía a sus discípulos la misión universal; 12 - Jesús asciende al cielo; 13 - con María en la espera pentecostal del Espíritu Santo; 14 - Jesús manda a sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre.

Existen Via Lucis en Internet que ofrecen guías y textos para la meditación de las estaciones. Uno de ellos, se puede consultar en página web del arzobispado de Madrid.

ZS01042305

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Juan Pablo II: Para ser creíbles los cristianos deben recuperar la unidad


CIUDAD DEL VATICANO, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- Para que el anuncio del Evangelio sea creíble, los cristianos deben recuperar la unidad perdida, constata Juan Pablo II en una carta enviada al Encuentro Ecuménico Europeo celebrado en Estrasburgo del 19 al 22 de abril.

«La unidad por la que rezó el Señor en el Cenáculo --escribe el Papa en la misiva enviada al cardinal Miroslav Vlk, arzobispo de Praga y presidente saliente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa-- es una condición para la credibilidad del testimonio cristiano, hoy más que nunca debemos dirigir nuestra reflexión sobre esta relación profunda que juega un papel decisivo en el impacto que el mensaje cristiano tendrá en el mundo».

«En Europa es particularmente urgente un anuncio claro del Evangelio --afirma el mensaje pontificio--. Europa, entretejida por las diferentes culturas, tradiciones y valores ligados a los países que la forman, Europa no puede ser comprendida ni edificada sin tener en cuenta las raíces que forman su identidad original; no puede ser construida rechazando la espiritualidad cristiana que la impregna».

ZS01042311

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Procesiones por las calles de Cuba en Semana Santa


LA HABANA, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- El cardenal cubano Jaime Ortega hizo un llamamiento a «la reconciliación y la paz» en la misa del domingo de Pascua de Resurrección, que presidió en la catedral de La Habana.

El purpurado, arzobispo de la arquidiócesis de La Habana, invitó en su homilía a «vivir la realidad de nuestra fe con gran gozo y alegría» y dijo que hay «un Cristo que vive que no es solamente imagen guardada por los artistas en grandes óleos sino el Dios de cielo y tierra que puede transformar a los hombres todos».

A la misa asistieron miles de fieles y también turistas, los cuales habitualmente llegan al templo enclavado en el centro histórico de la capital cubana.

Como en años anteriores, las tradicionales procesiones del Santo Entierro y por la Pascua de Resurrección se celebraron en casi una veintena de localidades cubanas, media docena de ellas en La Habana y el resto en las ciudades centrales de Cienfuegos y Santa Clara y en las orientales de Camagüey y Holguín.

Las procesiones católicas fueron autorizadas por el gobierno cubano --después de una suspensión de casi cuarenta años-- en 1998, tras la histórica visita del Papa Juan Pablo II a la isla en enero de ese año.

Desde entonces, el Viacrucis del Viernes Santo ha vuelto a salir a las calles con las imágenes de un Cristo yacente y de María Dolorosa seguidas por centenares de feligreses que recorren las calles que rodean los templos.

ZS01042303

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Maestros del pensamiento cristiano en una colección (impresa y en Internet)


SAO PAULO, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- Julián Marías, Alfonso López Quintás, Josef Pieper e C. S. Lewis son algunos de los autores presentes en los tres volúmenes que acaba de lanzar la Universidad de Sao Paulo de Brasil, en coedición con la Universidad Católica de Murcia y con la Harvard Law School Association.

Se trata de publicaciones impresas (Mirandum N. 12 e International Studies on Law and Education N. 3 e 4), que al mismo tiempo pueden están totalmente disponibles en Internet en la página web de la Editorial Mandruvá: http://www.hottopos.com

De estos cuatro grandes maestros del pensamiento cristiano, se presentan algunas obras inéditas hasta ahora.

A las recientes conferencias pronunciadas por Julián Marías en Madrid: «La mujer» y «El enamoramiento»; se les añade su curso sobre los grandes filósofos, «San Agustín», «Kant», «Heidegger» y «Ortega».

Del conocido filósofo alemán, Josef Pieper, se presenta el opúsculo «La imagen
cristiana del hombre», así como otros muchos artículos traducidos al portugués.

Otra de las obras publicadas es «La manipulación del hombre a través del lenguaje» del conocido especialista en este argumento, Alfonso López Quintás, quien también presenta un estudio sobre Romano Guardini.

Por último, se ofrecen dos textos antológicos de C. S. Lewis, pensador británico de origen anglicano, que está suscitando particular interés entre los cristianos de las diferentes Iglesias y confesiones.

ZS01042304

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Entrevista


Medicinas para el sida; un paso hacia la globalización de los derechos
Entrevista con el misionero comboniano Fabio Baldan

PRETORIA, 23 abril 2001 (ZENIT.org-Fides).- El Acuerdo extrajudicial alcanzado el pasado 19 de abril por el gobierno sudafricano y 39 casas farmacéuticas que permitirá la distribución de medicinas para enfermos de sida a bajo precio constituye «un primer paso hacia la globalización de los derechos humanos».

Esta es la opinión del padre Fabio Baldan, misionero comboniano y director de la revista sudafricana «Worldwide», expresada en una entrevista concedida a la agencia misionera de la Santa Sede «Fides».

Las industrias farmacéuticas habían llevado a los tribunales al gobierno de Pretoria acusándole de distribuir medicinas producidas en países del tercer mundo que no pagan derechos comerciales a las sociedades poseedoras de las patentes. Al verse privados de estas entradas, las empresas consideraban que se ponía en peligro su capacidad de inversión para la investigación

Las industrias farmacéuticas han retirado la causa. En cambio, el gobierno sudafricano se ha comprometido a respetar las obligaciones sobre los derechos comerciales establecidos por la Organización Internacional del Comercio. Ahora bien, aplicará la cláusula que permite, «en casos de graves emergencias sanitarias», la distribución sin pago de derechos de estos fármacos. El acuerdo, pues, abre el camino a la curación de millones de enfermos pobres en todo el mundo.

--¿Cómo juzga el acuerdo entre el gobierno sudafricano y las casas farmacéuticas sobre la distribución de los fármacos genéricos para el tratamiento del sida?

--Fabio Baldan: Lo importante es que se ha creado un precedente jurídico. Ahora no sólo Sudáfrica, sino todos los países pobres, podrán importar y producir fármacos genéricos para la curación del sida a un coste soportable para sus balances. Es un primer paso hacia la globalización de los derechos, no de los beneficios.

--¿Qué dificultades tendrá que superar ahora la lucha contra el sida en Sudáfrica?

--Fabio Baldan: Después de este acuerdo, el problema es cómo llevarlo a la práctica. Los productos farmacéuticos deberán ser encargados y después distribuidos, y eso requerirá tiempo. Este acuerdo es, en todo caso, un gran éxito que abre la puerta a la posibilidad de curar a millones de enfermos de sida.

--El sida es una de las plagas africanas más citadas por los medios de comunicación de todo el mundo. Otras enfermedades, como la malaria, provocan todavía más muertos que el sida, pero de eso no se habla…

--Fabio Baldan: La curación de estas enfermedades no interesa a las multinacionales. La malaria, por ejemplo, es una enfermedad endémica de África, pero los únicos fármacos disponibles están pensados para los turistas occidentales y no son adecuados para los enfermos crónicos del continente.

ZS01042301

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Documentación


Juan Pablo II: Contemplar el rostro del Resucitado
Catequesis del miércoles 18 de abril

CIUDAD DEL VATICANO, 23 abril 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II dedicó la catequesis del pasado miércoles, 18 de abril, a meditar en el acontecimiento central de la fe cristiana: la Resurrección.

Zenit no pudo ofrecer su traducción con motivo de la semana de vacaciones de su redacción. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano realizada por L'Osservatore Romano.

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1. La tradicional audiencia general del miércoles hoy se ve inundada por la alegría luminosa de la Pascua. En estos días la Iglesia celebra con júbilo el gran misterio de la Resurrección. Es una alegría profunda e inextinguible, fundada en el don, que nos hace Cristo resucitado, de la Alianza nueva y eterna, una alianza que permanece porque él ya no muere más. Una alegría que no sólo se prolonga durante la octava de Pascua, considerada por la liturgia como un solo día, sino que se extiende a lo largo de cincuenta días, hasta Pentecostés. Más aún, llega a abarcar todos los tiempos y lugares.

Durante este período, la comunidad cristiana es invitada a hacer una experiencia nueva y más profunda de Cristo resucitado, que vive y actúa en la Iglesia y en el mundo.

2. En este espléndido marco de luz y alegría propias del tiempo pascual, queremos detenernos ahora a contemplar juntos el rostro del Resucitado, recordando y actualizando lo que no dudé en señalar como "núcleo esencial" de la gran herencia que nos ha dejado el jubileo del año 2000. En efecto, como subrayé en la carta apostólica Novo millennio ineunte, "si quisiéramos descubrir el núcleo esencial de la gran herencia que nos deja la experiencia jubilar, no dudaría en concretarlo en la contemplación del rostro de Cristo (...), acogido en su múltiple presencia en la Iglesia y en el mundo, y confesado como sentido de la historia y luz de nuestro camino" (n. 15).

Como en el Viernes y en el Sábado santo contemplamos el rostro doloroso de Cristo, ahora dirigimos nuestra mirada llena de fe, de amor y de gratitud al rostro del Resucitado. La Iglesia, en estos días, fija su mirada en ese rostro, siguiendo el ejemplo de san Pedro, que confiesa a Cristo su amor (cf. Jn 21, 15-17), y de san Pablo, deslumbrado por Jesús resucitado en el camino de Damasco (cf. Hch 9, 3-5).

La liturgia pascual nos presenta varios encuentros de Cristo resucitado, que constituyen una invitación a profundizar en su mensaje y nos estimulan a imitar el camino de fe de quienes lo reconocieron en aquellas primeras horas después de la resurrección. Así, las piadosas mujeres y María Magdalena nos impulsan a llevar solícitamente el anuncio del Resucitado a los discípulos (cf. Lc 24, 8-10, Jn 20, 18). El Apóstol predilecto testimonia de modo singular que precisamente el amor logra ver la realidad significada por los signos de la resurrección: la tumba vacía, la ausencia del cadáver, los lienzos funerarios doblados. El amor ve y cree, y estimula a caminar hacia Aquel que entraña el pleno sentido de todas las cosas: Jesús, que vive por todos los siglos.

3. En la liturgia de hoy la Iglesia contempla el rostro del Resucitado compartiendo el camino de los dos discípulos de Emaús. Al inicio de esta audiencia, hemos escuchado un pasaje de esta conocida página del evangelista san Lucas.

Aunque sea con dificultad, el camino de Emaús lleva del sentido de desolación y extravío a la plenitud de la fe pascual. Al recorrer este itinerario, también a nosotros se nos une el misterioso Compañero de viaje. Durante el trayecto, Jesús se nos acerca, se une a nosotros en el punto donde nos encontramos y nos plantea las preguntas esenciales que devuelven al corazón la esperanza. Tiene muchas cosas que explicar a propósito de su destino y del nuestro. Sobre todo revela que toda existencia humana debe pasar por su cruz para entrar en la gloria. Pero Cristo hace algo más: parte para nosotros el pan de la comunión, ofreciendo la Mesa eucarística en la que las Escrituras cobran su pleno sentido y revelan los rasgos únicos y esplendorosos del rostro del Redentor.

4. Después de reconocer y contemplar el rostro de Cristo resucitado, también nosotros, como los dos discípulos, somos invitados a correr hasta el lugar donde se encuentran nuestros hermanos, para llevar a todos el gran anuncio: "Hemos visto al Señor" (Jn 20, 25).

"En su resurrección hemos resucitado todos" (Prefacio pascual II): he aquí la buena nueva que los discípulos de Cristo no se cansan de llevar al mundo, ante todo mediante el testimonio de su propia vida. Este es el don más hermoso que esperan de nosotros nuestros hermanos en este tiempo pascual.

Por eso, dejémonos conquistar por el atractivo de la resurrección de Cristo. Que la Virgen María nos ayude a gustar plenamente la alegría pascual: una alegría que, según la promesa del Resucitado, nadie podrá arrebatarnos y no tendrá fin (cf. Jn 16, 23).

ZS01042314

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